Carlos Fuentes  Aura


Carlos Fuentes es probablemente entre los 5 escritores más afamados de México y para muchos de nosotros el mejor de todos ellos, Aura es una novela breve que cuenta la historia de Felipe Montero, un joven historiador que es contratado por doña Consuelo, viuda del general Llorente, para que ordene y termine de redactar las memorias de su difunto marido. La condición es que deberá vivir en su casa, un lugar misterioso que permanece en las tinieblas para evitar el recuerdo del general. Toque genial de Fuentes que nos envuelve en el misterio desde el principio de la novela. El general Llorente escribió sus memorias en francés, aquí Fuentes introduce mucho de su amor por Francia, sobre todo París y su buena vida, plena de cultura, del buen vivir y sobre todo de la pasión del francés por la comida y el vino, no por algo los mejores chefs del mundo son franceses y los mejores vinos tintos vienen de los viñedos deñ mediterraneo la Cote Azur, o de la costa atlantica de Bordeux..

En esta casa, Felipe conocerá a Aura, enigmática joven, sobrina de doña Consuelo, que se encarga de ayudar a la anciana con las labores domésticas, y por la cual Felipe sentirá una particular atracción. La extraña relación entre la anciana y la joven, lo llevará a pensar que la vieja la mantiene como prisionera. Por lo que Felipe se sentirá en la obligación de liberarla, pero aquí surge el enigma, liberarla de qué, de quién, del pasado, del presente o del futuro de aquella vieja que nunca había podido tener hijos, para el lector surge la pregunta en que tiempo se desarrolla la novela, genialidad de Fuentes por conducirnos por los corredores mágicos del espacio y el tiempo.

Posteriormente, sin embargo, descubrirá que la dependencia de Aura de doña Consuelo va más allá de lo imaginable.

Aura es una novela fantástica de corte gótico, situada en Ciudad de México, en 1961. Narra la historia de Felipe Montero. El joven historiador al que le será encomendada la tarea de ordenar y terminar de escribir las memorias del general Llorente por parte de doña Consuelo, su viuda. Deberá vivir en la casa junto con ella y su sobrina, Aura, mientras realice el trabajo.

La casa resulta extraña para Felipe. Está permanentemente a oscuras para no avivar el recuerdo del general fallecido. Apenas iluminada con luz de velas, y con un mobiliario y una decoración antiguos, como si en la casa el tiempo no hubiera pasado. Este ambiente recuerda a las novelas góticas, donde predomina la oscuridad y existe constantemente la sensación de que la frontera entre lo real y lo fantástico está a punto de borrarse.

Por su parte, la labor de lectura y ordenación de los manuscritos del general, escritos en francés, llevará a Felipe no solo a explorar los entresijos de la vida política mexicana del siglo XIX. Sino también a conocer, de primera mano, la historia de su enamoramiento con doña Consuelo y el paulatino proceso de deterioro de la mujer.

Doña Consuelo, incapaz de concebir hijos para el general, en su sentimiento de culpabilidad, empieza a experimentar con una serie de rituales mágicos que recuerdan a las prácticas de brujería. Aquí Fuentes recobra dos de las características de la mexicanidad, por una lado su relación “amorosa” con la muerte, y el concepto de tiempo, los mexicanos viven en el pasado, se quejan del presente y esperan “mágicamente” un mejor futuro, sin que hagan mucho para que ese futuro sea mejor, por que México está lleno de criticas de lo que se hace mal, pero muy poca propuesta de como hacerlo bien, es una espacie de “destino manifiesto”

Cría conejos y gatos, sacrifica a machos cabríos, se alimenta únicamente de vísceras, convive con ratones, etc. Lo cual contrasta con la imagen que ofrece a Felipe: la de una anciana muy devota del catolicismo.

Pero Felipe empieza a darse cuenta de que la forma en que se comportan doña Consuelo y Aura se escapa de lo común. La anciana y la sobrina tienen una extraña relación en la que doña Consuelo tiene poder para controlar lo que hace y dice Aura, sus gestos y movimientos.

Felipe se ha enamorado de Aura. Y en la idea de que la joven es una prisionera de la anciana, le propone liberarla, pero esta se niega. En el último de los dos encuentros amorosos que mantienen, se percata de que la vieja y la joven son la misma persona, como si la anciana hubiera desarrollado un poder mágico para controlar a Aura con la finalidad de poder concebir el hijo que no pudo darle al general.

En ese punto, Felipe se dará cuenta de que ha asumido también él la persona del general al igual que Aura se ha transformado en doña Consuelo en sus tiempos de juventud. La narración tiene lugar en un espacio urbano. Al principio, el personaje principal se mueve entre cafés, transporte público y avenidas congestionadas, típico de las grandes urbes. Luego ingresa en la casa de doña Consuelo y, a partir de ahí, el ambiente es predominantemente doméstico.

No obstante, no se trata de una casa típica: es una casa que permanece a oscuras, donde la iluminación aún depende del fuego, como si el tiempo se hubiese detenido en el siglo XIX. La decoración y los muebles, en efecto, son antiguos. La razón por que la anciana y su sobrina viven en esta oscuridad es para no despertar los recuerdos del difunto general.

Se estructura en cinco capítulos a lo largo de los cuales se va contando, de manera lineal, la sucesión de hallazgos y descubrimientos a los que va accediendo Felipe Montero durante su estancia en la enigmática casa de doña Consuelo. El tiempo tiene también un desarrollo lineal, interrumpido, únicamente, por las evocaciones al pasado que hace Felipe a través de las historias y las fotografías del general Llorente.

Predomina, como es propio del género novelístico, un estilo narrativo enriquecido por pasajes descriptivos que nos muestran no solo cómo es el ambiente dónde se suceden los acontecimientos, sino también los personajes y sus características físicas y espirituales. Se vale de un vocabulario culto, literario. Destacan los fragmentos en francés que ha introducido el autor para dar verosimilitud a la obra, puesto que los manuscritos del general han sido escritos originalmente en esta lengua.

El desenlace es todavía más gótico, finalmente logra una cita de amor con Aura, el se siente entusiasmado, la ama verdaderamente y por fin la tendrá en sus brazos, la cita es en la recamara de Aura que le hace saber que está dispuesta a todo, el acude presto entra en la cama y macabro hallazgo se encuentra con la vieja dóña Consuelo, que es Aura, una novela que nos deja estupefactos con el final, dos personajes asímetricos, una joven la otra vieja, sin embargo son la misma, por ello se debe la devoción de la sobrina a la vieja, porque en realidad se cuida a ella misma, magistral novela. 

Carlos Fuentes El Espejo Enterrado

Para mí el mejor libro que leí en la primera década de los 90´s El espejo enterrado (1992) ocupa un lugar clave en la producción ensayística del escritor mexicano Carlos Fuentes y lo confirma como uno de los más notables intelectuales de nuestro tiempo. No es solamente un relato histórico de acontecimientos, es en mi opinión un logro al integrar varias culturas en una sola, con la pregunta de que somos, los mexicanos de finales del siglo XX. Criticamos a la conquista y a la vez fuimos conquistados, los españoles en el siglo XIV pasaron de ser conquistados por los árabes a conquistar a los indígenas de América Latina, pero en ambos espejos, mantuvieron mucha de la herencia histórica de los musulmanes, en un inició los reyes católicos les permitieron conservar su cultura y su religión, antes de la inquisición, fenómeno que repitieron como conquistadores en América y fueron influenciados sin mezclarse por la cultura judía que expulsaron de España en el siglo XV, todo esto somos y mientras solíamos enlustrecer nuestras herencias Europeas, desdeñamos la indígenas, con ese secularismos, ¡mira nada más a ese indio, patarrajada que se cree¡. Ese indio es el propietario original de las tierras que hoy llamamos nuestras y que se las quitamos como dijera un espurio presidente ¡hay sido, como haya sido¡ se las quitamos, para un siglo después, si les robamos las tierras, con mayor razón las elecciones.

La obra y la serie documental a ella vinculada se reprodujeron ampliamente para contribuir a la reflexión en torno al significado de los quinientos años del primer viaje de Colón a través del Océano Atlántico, así como también para pensar la posibilidad de una comunidad iberoamericana apoyada en una historia, una lengua, una tradición cultural y un imaginario compartidos. De dónde parte el sueño de Simón Bolívar, de que podemos formar una américa latina híbrida en sus raíces, pero con el lenguaje español y sus tradiciones, que sirva como cemento que las una.

Este ensayo de interpretación de la vida de América y España se piensa a su vez como una biografía de nuestra cultura y una autobiografía intelectual del propio autor. Fuentes encontró en un año tan significativo como 1992 una oportunidad dorada para escribir la biografía de una cultura que consideró unida por el que llamó “territorio de La Mancha”, repensar la relación entre España y América y emprender una nueva valoración de su perfil, su destino y su aporte al concierto de las naciones en una nueva etapa del orden mundial. Tiempo, lenguaje e imaginación: la historia se toca con la biografía y el análisis de los datos, se toca con la recreación narrativa, a la vez que la relectura de la relación entre lengua, historia y cultura alimentada por las virtudes y los defectos de por lo menos cuatro culturas, la arábica, finalmente los musulmanes habitaron España por quinientos años, la celtibérica, base de la España del norte, los judíos que aportaron su sabiduría en la medicina, en las matemáticas, pero sin mezclarse y la indígena que es múltiple de América Latin

La obra ensayística de Carlos Fuentes representa el permanente ejercicio de una inteligencia crítica y vinculante, de una curiosidad intelectual siempre alerta a su tiempo, de una imaginación actuante y fundadora, el que no sabe de dónde vino, no sabrá a dónde va. La prosa viva, el pensamiento en plena ebullición, la capacidad de análisis, síntesis el "el espejo enterrado: una biografía de nuestra cultura interpretación de Fuentes se aparecen al lector, quien participa activamente en la experiencia a un tiempo ética, estética y cognoscitiva de entender propia de los grandes ensayos y comparte el prodigioso acto que va del mirar al interpretar, del señalar al nombrar, del comprender al proponer. Pocas veces, nos dice Fuentes en El espejo enterrado (1992), tiene un autor la oportunidad de escribir la biografía de su propia cultura. Y de los lectores que más  que seguir la lectura, de cómo somos y porque somos como somos, porque solo entendiendo el desarrollo de nuestra cultura híbrida caminaremos hacia adelante, el pueblo es mucha pieza, si pero es fruto de una pieza híbrida y compleja no es lo mismo el pueblo de Yucatán que el de Sonora, en eses mosaico nos integraremos mejor y dejaremos de competir entre regiones. Fuentes nos invita a hacer una reflexión sobre nosotros mismos, y al hacerlo así plantea de manera inmejorable su perfil como escritor, intelectual y conciencia crítica de su tiempo, que incide en el espacio público y hace del ensayo el ejercicio de una inteligencia a la vez reflexiva e imaginativa, que nombra, la palabra, trae al presente de la interpretación todos los tiempos, que llama a comparecer al espacio del ensayo todos los territorios reales e imaginarios al tiempo que retoma los diferentes debates que acompañaron al tema de la relación entre España y América y dialoga con los distintos interlocutores, pasados, presentes y futuros, que han pensado la historia y el destino de esta región. Como él mismo lo afirma, es posible imaginar el pasado y recordar el futuro, apelando a imaginación, memoria y deseo: “inventamos lo que descubrimos, descubrimos lo que imaginamos”. 

Podemos leer deslumbrantes ensayos de Fuentes sobre tiempo y lenguaje, o certeras valoraciones suyas de la obra de diferentes autores, como los que dedica a Bernal Díaz del Castillo, Balzac, Faulkner, María Zambrano, o leer las innumerables páginas que escribe en torno a Cervantes y el Quijote: inauguración de la novela, género de géneros, fundación del territorio de La Mancha como gran zona de encuentro y confluencia dada por la lengua española. Podemos admirar con Fuentes los prodigios del arte prehispánico, el Barroco y nuestro arte de contraconquista, o pensar el gran tema de la ciudad, que él indagó desde el ensayo y pobló desde la narrativa, o compartir sus reflexiones sobre Rulfo, Borges, Cortázar, así como la celebración de la novela latinoamericana, o asomarnos al Tiempo mexicano y a tantos otros ensayos y artículos donde una vez más la lengua española, el lenguaje, la palabra, la cultura, se convierten en los grandes protagonistas. Y podemos también volver, en horas de desesperanza, a ese luminoso libro que sólo un enamorado del mundo como él pudo escribir:

En esto creo. Leer El espejo enterrado, ese ensayo singular que constituye una reflexión, una reactualización y una puesta en perspectiva de la propia experiencia en cuanto escritor hispanoamericano, es asistir al despliegue de una tarea interpretativa que es a la vez un desafío: pensar su cultura es también pensarse así mismo y afirmar su carta de ciudadanía en el mundo en cuanto creador e intelectual. De allí la originalidad de este libro dedicado a reflexionar sobre la cultura de España y América, que apela a las herramientas de la imaginación del escritor y en muchos casos se toca con la historia, el trabajo de archivo y la interpretación propia del oficio del historiador de la cultura, de la economía y la sociedad. Tiempo e imaginación: la historia se encuentra con la biografía y el análisis de los datos se toca con la recreación narrativa. Aquí sí que dar cuenta de la biografía de una cultura representa a la vez un complejo juego de representaciones. En efecto, ¿cómo hace el escritor para evitar que el espejo le devuelva sólo el reflejo de la propia imagen y para lograr verse como partícipe del gran cuadro de su cultura? Se trata de la asunción de una perspectiva crítica que permite al ensayista asistir a la experiencia a la vez afectiva e intelectual de ir descubriendo nuevos espacios de sentido a través de la reflexión y la imaginación.

 La publicación de El espejo enterrado coincidió con el quinto centenario de la llegada de Colón a América: una fecha clave para emprender una nueva valoración del destino de la cultura en lengua española a la luz de las inéditas condiciones que se presentaban al mundo entero a pocos años de la caída del muro de Berlín.

Se trata de un texto singular dentro de la gran tradición del ensayo de interpretación de nuestra cultura y nuestra historia, cuyo autor retoma y reactualiza muchas reflexiones y discusiones a la luz de los nuevos tiempos e incorpora nuevas dimensiones y elementos al ejercicio interpretativo propio de esta familia textual. Manifiestos son también el carácter relacional y la apertura del ensayo, que traducen la sensibilidad de Fuentes por los temas de la política, la historia, la cultura y la creación, y permiten dotar a su reflexión de un efecto multiplicador.

Narrador, ensayista, diplomático, intelectual, extraordinario orador, guionista, periodista, ha sido también Fuentes una figura clave en la renovación de la narrativa latinoamericana, uno de los primeros en protagonizar y a la vez reflexionar sobre la nueva novela, y uno de los primeros en reconocer esa gran etapa que corresponde al boom pero no se agota en él, ya que le permite a su vez indagar un proceso mayor al respecto. Al mismo tiempo dotó al ensayo de nuevos temas, acentos, perspectivas, y en todos los casos otorgó una indiscutible centralidad a la fuerza generativa y la potencialidad nombradora de la lengua y el lenguaje.

Siempre se ha reconocido como uno de los grandes rasgos de Carlos Fuentes su generosidad personal e intelectual, su inclusividad, su capacidad de escuchar, leer y saludar a las nuevas generaciones de escritores, pero también de maravillarse ante los grandes hitos del arte y el pensamiento: esa sana costumbre suya de celebrar las ideas de los otros, las visiones de los otros, sin miserias ni egoísmos. Otro tanto puede decirse de la generosidad y apertura de horizontes con que Fuentes vivió lo mexicano; el escritor nunca dejó de chilango en cerrazón o provincianismo, sino que logró examinar lo propio desde lo universal y lo universal desde lo propio. Un símbolo de todo esto fue el momento en que se rebautizó la Revista de Literatura Mexicana como Revista Mexicana de Literatura, para mostrar que, desde el mirador de la práctica de los escritores mexicanos, se podía aspirar a ver el mundo entero. A través de las páginas de El espejo enterrado se despliega su generosidad y amplitud de miras, su capacidad de diálogo y su curiosidad intelectual. Y para ello comienzo recordando una frase del gran poeta español Francisco de Quevedo, “doy a leer mis ojos”, que en mi opinión sintetiza el modo de ser intelectual de Carlos

Carlos Fuentes eEl espejo enterrado Fuentes logra integrar en una mirada de la cultura hispanoamericana y ponerla en diálogo con el mundo todo, con la hondura de la historia y las demandas eléctricas del tiempo presente y sobre todo con las exigencias de futuro, y logra reunir la larga tradición de los ensayos de interpretación característicos de América Latina con las más avanzadas formas del ensayo político y las posibilidades que abre la puesta en diálogo de la letra y la imagen, una vez más, dándonos a leer, sus ojos. Por fin, encuentra un modo de superar siglos de debates en torno a la lengua española y al problema del eje del español entre Europa y América, proponiendo la gran solución simbólica incluyente del territorio de La Mancha, que recupera al más universal e indiscutido de los aportes de nuestra cultura al mundo, el Quijote, pero también sabe leer entrelíneas los alcances de la obra y el valor universal de muchos otros grandes de nuestra tradición intelectual: Bolívar, Sarmiento, Martí, junto con las principales figuras de la literatura y la plástica. Sólo con un pensar generoso e incluyente se pueden resolver tantos desafíos al mismo ti.

Para algunos el paradigma es aún mayor, somo esas cuatro culturas que relataba Fuentes, pero en nuestro caso a esta mezcla asombrosa le toco sumar un piquete de italiano, para poder conocer mejor el amor, la veneración a la madre, y el esplendor generoso de una lengua que nunca acaba en consonante, por eso es el lenguaje de la Opera. Hemos vivido y caminado en cinco lenguas, pero las latinas, el francés, el portugues, el italiano, y español, superan por mucho en el poder de comunicación a las lenguas sajonas el alemán y el inglés que si bien comunican sobre la superficie no permiten penetrar el intimo ser del latino ya que este misterio híbrido se caracteriza por la mutiple personalidad, que va de lo sublime a lo rídiculo.

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