Leonardo Padura. El hombre que amaba a los perros.

El hombre que amaba a los perros es una novela escrita por Leonardo Padura, escritor y periodista cubano, publicada en el año 2009. Considerada por la crítica como la mejor obra de Leonardo Padura, es una de las principales novelas de los últimos años en Latinoamérica, un clásico moderno que desde su aparición ha contado con innumerables valoraciones, tanto por su contenido, como por la potencia narrativa y densidad de la historia. El autor de Adiós Hemingway nos lleva en las 500 páginas de tensión y drama de El hombre que amaba a los perros a recorrer parte la historia convulsa del siglo XX, llevándonos a destinos grandiosos como París, Francia, Moscú, Rusia, Ciudad de México, México y La Habana, Cuba. Al leerla nos llevó de regreso a esa isla del Caribe, que hemos visitado “casi” anualmente observando el desenvolvimiento desde 1986 de la heróica epopeya del pueblo cubano, que se tambalea, pero no se cae, con un amor a su patria, digno ejemplo para Latinoamérica y para el mundo, lo visitamos en el “período especial” dónde literalmente no había nada, más que la voluntad de levantarse.

El hombre que amaba a los perros comienza en 2004, en el funeral de la esposa de Iván Cárdenas Maturell, una antigua promesa de las letras cubanas venido a menos y marginado por la censura estalinista que se implantó en la isla desde los años 70. Debido a esa censura, Iván abandona por completo la literatura y se gana la vida como corrector en una revista veterinaria.

En México el estalinismo patrocinado por la Embajada Rusa formó los principales núcleos del socialismo-comunismo en nuestro país, todos los formadores del Partido Comunista como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Frida Kahlo, Alejandro Gascón Mercado, Vicente Lombardo Toledano, Valentín Campa, Demetrio Vallejo, Othón Salazar, Arnoldo Martínez Verdugo, Gerardo Unzueta, Eduardo Montes, Arturo Martínez Nateras, Gilberto Rincón Gallardo, Pablo Gómez y otro muchos más fueron partidarios de Stalin, recibiendo propaganda y financiamento de la Embajada Rusa en tacubaya, habiendo participado, algunos de ellos, como protagonistas de la muerte de Trotsky.

Con un pasado marcado por las desgracias, el escritor se verá enfrentado al destino una tarde de 1977, mientras lee un cuento titulado El hombre que amaba a los perros, se le acerca un misterioso hombre, custodiado a lo lejos por alguien, para contarle uno de los capítulos más importantes de la historia mundial del siglo pasado: el asesinato de Liev Davidovich (Trotsky).

¿Quién es aquel hombre enigmático?, ¿Por qué escoge a Iván para narrarle el asesinato de Trotsky?, ¿Qué enfermedad padece, y porque pasea con dos galgos rusos escoltado por un hombre en una playa de Cuba?, ¿Qué tiene que ver él con uno de los líderes políticos más importantes de la historia?

Estas preguntas atormentan a Iván, quien busca respuestas en una maraña de pistas, fechas y personajes, recordemos que Padura escribió muchos libros sobre detectives, su personaje protagonista es Mario Conde; Iván a la manera de un detective o historiador se afana por atar cabos y reconstruir los hechos. Desde allí El hombre que amaba a los perros se transforma en un testimonio verídico y vivaz de la biografía de León Trotsky y su exilio hasta llegar a México, de su relación con la pintora Frida Kahlo y de su muerte a manos de Ramón Mercader, o Jaques Mornad. En la vida de estos tres hombres se irán insertando las claves y algunas respuestas a medias que darán luces sobre un crimen.

Pero El hombre que amaba a los perros es también un libro sobre pérdidas mayores, mucho más profundas y definitivas, en un sentimiento de desilusión que habita a todos los personajes de diferente manera, una gigantesca desilusión que hemos vivido en México los que pertenecimos al partido comunista, al partido socialista unificad PESUM, y otras organizaciones pro-soviéticas que no sirvieron para ninguna transformación exceptuando, si la desilusión es una transformación.

Padura, nacido en los 50´s pertenece a la generación que creció con la revolución, pero que presenta gradualmente un desencanto con el proceso cubano, lo que describe magistralmente Padura es la desilusión de los procesos revolucionarios rusos, cubanos y agregaríamos nicaragüenses entre otros, a menos de que caminen hacia base nacionalista histórica, como fue en su inicio la revolución zapatista en México o se moderen como ha sido el movimiento de MORENA en México.

Desde sus inicios en la guerra civil española dónde la madre de Mercader, Caridad del Río Hernández, furibunda comunista pierde a un hijo en la contienda y ofrece a otro Ramón, para que sea entrenado en la Unión Soviética sin saber que le depararía a su hijo, pero el partido es más importante que el hombre. Tanto en este personaje, Ramón, que es donado al partido, para que sirva en las labores que el camarada Stalin, transformado en Dios, decida.

Todo lo que ocurre en El hombre que amaba a los perros lo vivimos con un telón de fondo rico y fértil: la idílica Cuba, la siempre poética París, la joven y salvaje Ciudad de México y, por supuesto, la poderosa Rusia de finales de siglo XX.

Los protagonistas: Iván Cárdenas Maturell. Escritor cubano, marginado por la censura y golpeado por la problemática social de la isla. En un inicio despunta como una promesa de las letras. Hasta que un día sus cuentos comienzan a ser censurados, y su situación familiar y personal empeora. Es la principal voz narradora de la obra, a partir de sus recuerdos se va tejiendo todo el relato.

Jaime López. Hombre misterioso que padece una extraña enfermedad. Mantiene una estancia en Cuba desde finales de los años 60 del siglo XX, cuando salió de Unión Soviética. Se hace acompañar en sus visitas a la playa de dos galgos rusos, y un negro que le sirve de chofer. En realidad, el autor trata de disfrazar una vez más a Mercader.

Liev Davidovich (León Trotsky). Político, militar y revolucionario ruso de origen judío, quien junto a Lenin lideró la llamada Revolución de Octubre o Revolución Rusa. Es uno de los personajes centrales. En buena parte de la obra se relata su vida siguiendo datos verídicos. Fue expulsado por Stalin de la Unión Soviética en 1929, comienza un viaje que lo lleva por varios países, Turquía, Francia, Noruega, hasta finalmente llegar a México. Donde es recibido por Frida Kahlo y Diego Rivera, miembros del partido comunista mexicano.

Ramón Mercader. (Jaques Mornad o el Soldado 13): Militante comunista y agente de los servicios secretos soviéticos. Es el elegido para asesinar a Trotsky. A lo largo de la novela sufre varias trasformaciones, y cambia de identidad constantemente. Su ciega creencia en la doctrina política que defiende lo convierte en un fanático, que es manipulado por los miembros del partido y por su madre.

Frida Kahlo. Pintora mexicana. Esposa de Diego Rivera. También ayuda a Trotsky en su estancia en México, y mantiene una relación sentimental con dicho personaje.

Diego Rivera. Pintor y muralista mexicano. Está presente en la obra a la llegada de Liev Davidovich a México. Lo ayuda en su estancia en el país, dándole residencia en su casa, llamada La Casa Azul.

Iosif Stalin. Dictador y secretario general del Partido Comunista Soviético. Está presente en toda la obra como el todopoderoso. El tirano que decide sobre la vida y la muerte de millones de personas. Su figura esta retratada a partir de las voces de los otros personajes, especialmente sus colaboradores. En buena parte del libro, es quien maneja los hilos de la trama.

Muchos otros personajes desfilan por esta novela y toman parte de los acontecimientos, pero, si hay unos dignos de mención, son los perros, seres que funcionan en la obra como una alegoría a la inocencia. El hombre que amaba los perros: análisis literario. Desde el inicio mismo de El hombre que amaba a los perros, sabemos que nos enfrentamos a una obra ambiciosa: narrar un evento histórico tan importante, pero tan desconocido, a partir de las voces de tres personajes, desde diferentes lugares y momentos en el tiempo. Para estas ambiciones, entre las que no debemos olvidar el darle voz a un personaje tan mítico como León Trotsky, Padura se sirve de un contexto histórico rico de personajes reales, de una forma estructural que confiere al relato polifonía y variedad, y de un fondo, además de histórico, bastante político porque Padura, como verá quien lea la novela, pone en boca de sus personajes la desilusión política del proyecto cubano y ruso. El proyecto cubano a los ojos de la historia ha cambiado de ser una revolución, ya que la mayoría de los participantes con excepción de Raúl Castro, han muerto, Fidel Castro, Ernesto el “Che” Guevara, Camilo Cienfuegos, es decir la revolución se volvió vieja y hoy hay una nueva generación que debate un nuevo proyecto intentando guardar la soberanía histórica de Cuba, insertándola en el siglo XXI.

Contexto histórico. El hombre que amaba a los perros recrea un evento importante, y sin embargo silenciado, de la historia del siglo XX: el asesinato de León Trotsky, dirigente de la Revolución Rusa. Pero la historia de la novela se inicia, específicamente, en Cuba, hogar de Iván Cárdenas Maturell.

La isla ha sufrido una de las crisis más largas y duras que cualquier pueblo ha soportado. El Periodo Especial terminó por derrumbar las esperanzas de artistas y creadores, y los sueños de una sociedad de iguales. Ya el germen de un estado totalitario y dogmático, donde se castiga la disidencia, y se sospecha de todo con celo y severidad, se nota desde las primeras páginas.

De Cuba en 2004, la historia pasa a la Rusia de 1929, donde León Trotsky vive su destino de revolucionario. Desde esas dos fechas se da partida a la narración. Irán apareciendo ciudades: Estambul, París, Berlín, Praga, Moscú, Barcelona, Madrid, Nueva York, entre otras, ampliando el mapa y los horizontes, donde los personajes se cruzan y desaparecen en hilos narrativos que juegan con el tiempo y la inquietud del lector. Mientras sus historias de vida cobran fuerza (algunas más que otras) la historia de Cuba y de la extinta Unión Soviética, también parecen cruzarse y contarse al unísono.

La novela contempla una estructura amable para su lectura. Está dividida en tres partes, que a su vez completan 30 capítulos. Las más extensas son las dos primeras partes. En ellas se desarrolla buena parte de la trama y la acción respecto al tema central, el asesinato de Trotsky. Iván Cárdenas Maturell es la voz líder de la narración y a partir de él comienza una evocación hacia el pasado y la imagen de Jaime López y sus dos galgos rusos. Iván trae los encuentros con este hombre a su presente, y los hace el motivo para su posible novela.

Por su parte, la vida de Liev Davidovich (Trotsky) y Ramón Mercader (Jaques Mornad) se narran de manera paralela, a manera de secuencia histórica con giros de tiempo. Los recuerdos y las vicisitudes de ambos van construyendo paisajes y tensiones dramáticas en toda la obra. El juego con los nombres de algunos personajes le permite al autor profundizar en el enigma, en un juego psicológico con el asesino, y sus motivaciones para cometer el asesinato. La tensión narrativa desde la primera página se mantiene hasta el final gracias a los saltos temporales y espaciales, al acertijo que hay de fondo y a todas las inquietudes y vivencias de las que Padura dota a los personajes para presentar el que sería uno los temas más importantes de la novela: la desilusión.

Quizás una de las fases más humanas de la novela la escenifica África, una joven que Ramón había conocido en una asamblea de las Juventudes Comunistas de Cataluña. Ella era una joven muy comprometida con la Revolución Ramón había llegado a España hacia un año y se unió a los Comunistas. Ramón se transformó en el dirigente de las Juventudes y fue allí cuando conoció a África. Se reafirmó en las ideas de que los trotskistas eran los más sibilinos enemigos de los comunistas y de que anarquistas y sindicalistas solo podían ser vistos como unos desechables compañeros de viaje en el ascenso hacia los altos propósitos, que serían divergentes cuando ellos, los comunistas, estuvieran en condiciones de promover la verdadera Revolución conducida por una necesaria dictadura proletaria. Él estaba permanentemente detrás de África, pero fue en la primavera de 1933 cuando Ramón comprendió que, nunca lograría alcanzar a África. Aquella Revolución de octubre fue destrozada. La juventud comunista armo células clandestinas pero la policía los atrapo y los detuvo. Ramón estuvo 8 meses en la cárcel de Valencia. Las elecciones de 1936 le devolvieron el poder a la izquierda y los militantes fueron liberados, entre ellos Ramón que viaja a Madrid y conoce a Dolores Ibárruri, “la pasionaria” . Se encontró con África, quien había dado a luz hacia un mes a una hija de Ramón, Lenina de las Heras, que había sido entregada a sus abuelos maternos al nacer. Luego Ramón se encontró con su madre, aquí se describe como el fervor al partido es más grande que el amor a sus hijos ya que Caridad sacrifica a su hijo y África abandona a su hija al nacer porque ella era una carga para hacer la revolución.

El fondo de esta novela es sin duda la desilusión que parece ser el gran tema que lo atrapa todo, que lo condensa todo entre las páginas sofocantes de un pasado amargo y de una esperanza resquebrajada. Iván Cárdenas Maturell está desilusionado, perdido en un inicio de milenio frente al funeral de su segunda y joven esposa, sin esperanzas de continuar una vida como ciudadano en la isla, mucho menos como escritor, y siendo víctima de una marginación social que se impone desde el poder y la censura en Cuba. También Liev Davidovich (Trotsky) aparece desilusionado, marginado y execrado por el poder totalitario de Stalin, viendo como pierde sus hijos, su familia, sus colaboradores y sus afectos, en su huida hacia lo desconocido.

Toda esa desilusión que hierve en la novela y que vive dentro de los demás personajes a su manera, se puede entender como la gran derrota ante el poder que sufren los personajes, piezas de un ajedrez donde se enfrentan grandes poderes a nivel mundial, la derrota quijotesca de enfrentarse inútilmente contra colosales molinos de viento, molinos que se alimentan con sangre, con cuerpos humanos y sueños rotos. Hay un tipo de desilusión, sin embargo, que cobra importancia en la novela por muchos factores: desilusión política.

Es importante resaltar que luego de la Revolución Rusa, se suscitaron acontecimientos que trajeron como consecuencia distintas maneras de regímenes y gobiernos totalitarios, llamados Socialistas. Cuba fue un ejemplo de ello con la llegada de Fidel Castro al poder. Una férrea censura y control de todos los aspectos de la vida por parte del estado se hicieron patentes e Iván ha sido testigo de ellas.

Toda esta desilusión política la reflexiona Iván Cárdenas Maturell con Cuba, pero también Trotsky y Mercader con Rusia, y así vemos cómo hay una línea común, un objetivo único al que apunta la novela. ¿No tienes idea todavía? pues lee la novela y también, un poco de historia de estos dos países y sus movimientos políticos.

El crimen – la mano invisible del poder. El crimen es el móvil que mueve la trama, la bisagra que abre la puerta de todos los escenarios, desde los fríos y gélidos paisajes de Alma Atá (antigua capital soviética de Kazajistán), pasando por las ruidosas calles de Estambul (Turquía), los grises colores de París, las verdes estepas de Noruega, o las casas amuralladas de Ciudad de México.

El crimen está desbordándose constantemente en las páginas, mostrando sus rostros más vengativos y feroces. Un crimen que parece provenir de otro crimen se multiplica como la espuma en una bañera atestada de jabón. En las sombras uno de los mayores criminales de todos los tiempos, Iósif Stalin, desea la muerte de todo aquel y todos aquellos que desafíen su poder, o intenten acercarse a su vida como el nuevo Zar de la Unión Soviética. Y el asesinato más desaseado por un número innumerable de fanáticos, es el de León Trotsky (el perro traidor).

Pero en la obra se puede ver como el crimen se despersonaliza, ya no es solo contra un hombre y sus ideas, sino contra la humanidad. Un sistema totalitario se convierte en una máquina del crimen, un gran Gulag a cielo abierto, donde se abraza una causa y se pierden todas las libertades. El crimen no solo trasciende las fronteras territoriales en la obra, sino que también levanta muros y trasciende fronteras dentro del alma de los personajes.

Como el desenlace infalible, Liev Davidovich va a morir, sus días están contados sobre la tierra. Pero otras vidas también se pierden en aquella superestructura del poder. Eso lo hace patente Iván Cárdenas Maturell, viendo como el padre da el descanso eterno a su sufrida segunda esposa.

El hombre que amaba los perros es una obra de una temática fascinante, no tanto por los aspectos históricos, sino por los logros narrativos en la construcción de sus personajes. En su lectura entramos en una novela que posee la tensión narrativa y el drama suficiente para atraparnos de principio a fin.

Escrita por momentos como un ensayo, debido a las reflexiones del autor en la voz de un escritor cubano Iván Cárdenas Maturell, podemos apreciar los puntos de vista de los personajes, los fundamentos de sus acciones, el fanatismo con el cual buena parte de ellos justifica sus hechos.

Cada capítulo nos devela una parte del misterio, del cual ya sabemos el final, pero no sabemos los pormenores, el proceso, la maquinaria. Como un pobre animal acorralado en un matadero, Trotsky espera su turno de morir. Ese es el final de todo.

¿Pero cómo se llegó allí? ¿Cuál es el rostro y el verdadero nombre del verdugo? Son preguntas que no tuvieron respuesta durante décadas, hasta que la literatura hizo su trabajo en El hombre que amaba a los perros, un clásico moderno, por su trama, por su potencial narrativo, por su significación histórica, y por su capacidad de unir la ficción al hecho histórico, con la sutileza suficiente para hacer de esos dobleces algo invisible.

El apocalipsis se da en la parte final de la novela. En 1968. Ramón Pávlovich (Mercader) , vivía en Moscú con su esposa, sus hijos Arturo y Laura y sus perros Ix y Dax. Una tarde recibió una llamada de quien había sido Tom y no sabía cómo se llamaría en ese entonces, y quedaron en encontrarse al otro día. Pero el miedo lo volvió a entristecer y le hizo recordar el momento en el que mato a Davídovich. Quien le había dejado una marca en la mano tratando de que soltara el piolet. Cuando llegaron los guardaespaldas y lo comenzaron a golpear y pensó que había fallado y a pedir que lo mataran. Pero estos no lo hicieron porque el exiliado, herido de muerte pidió que no lo mataran para interrogarlo. Y él, le entrego la carta, que no le sirvió de mucho, porque estuvo 20 años en la cárcel sometido a golpizas e interrogatorios. Fue descubierta su verdadera identidad. Y fue sentenciado a 20 años

Leonardo Padura da al arte de narrar latinoamericano un renovado motivo de celebración, y un nuevo conjunto de personajes para continuar su historial de grandes novelas.

En agosto de 1953 se supo su verdadera identidad. El 6 de mayo de 1960, Ramón Mercader acabó su condena, y pudo viajar a Moscú con un pasaporte checoslovaco. Allí, donde seguía viviendo su hermano condecorado en secreto como Héroe de la Unión Soviética con la Orden de Lenin y la Medalla de Oro, la más alta distinción soviética, cumpliéndose la promesa que le había hecho Leonid Eitingon. La condecoración la recibió en persona directamente de manos del entonces director de la KGB, Alexander Shelepin.  Sin embargo, viviendo en Moscú vivió personalmente de la dictadura de Stalin convertido en un gran asesino de todos sus enemigos y vivió su última desilusión con el comunismo soviético.

Se encontró en Moscú con quien había sido su mentor, ahora llamado Lioned y que también había estado en la cárcel. Y hablaron de la estadía de ambos allí. El mentor se había arrepentido de haberlo transformado en lo que era y de haberlo hecho creer cosas que eran falsas. Como por ejemplo que Stalin quería matar a Trotsky no porque era un traidor, sino simplemente porque lo odiaba. Con la muerte de Stalin, el mentor había sido puesto en libertad por Beria, el más sanguinarios de los esbirros de Stalin, pero cuando este cayó en desgracia, el otro volvió a ser arrestado. Después Lioned le pregunto por Caridad a quien Ramón había visto hacia un Año y que se encontraba en Paris. Un tiempo después Ramón, junto a su hermano Luís fueron a visitar al mentor. Quien los recibió gustosamente y comieron algo preparado por su esposa. Y varias veces se repitieron las cenas en las que hablaban de todo lo sucedido y disfrutaban de esa unión, hasta que Ramón se cansó. En estos diálogos Lioned le confíes a Ramón del engaño enorme que habían tenido, de como fueron enajenados por la propaganda de los soviéticos, de las mentiras que los convencieron de que el partido era la UNICO importante y de la inmensa desilusión al darse cuenta del monstruoso engaño le dice en una frase hermosa “todo el movimiento se lo llevo la mierda” nada fue verdad y Stalin fue un hijo de puta, quizás el hijo de puta más grande de la historia.

Pasó sus últimos años viviendo entre Moscú y La Habana, donde murió de cáncer en 1978. Corrió el rumor de que la enfermedad había sido provocada por un reloj, regalo del KGB, contaminado de polonio radioactivo para eliminar la posibilidad de que revelara información secreta. Está enterrado en el cementerio moscovita de Kúntsevo, reservado a Héroes de la Unión Soviética, bajo un nombre falso Ramón Ivánovich López, cerca de las cenizas del famoso agente doble Kim Philby. También tiene un lugar de honor en el museo del KGB de Moscú.

Sus últimas palabras fueron “esta revolución soviética es una mierda”.

 




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