Pablo Neruda “Confieso que he vivido”

Confieso que he vivido es el recuento de una vida apasionante, tanto por las decisiones asumidas como por las aventuras inesperadas, por el gozo de existir. A lo largo de su vida, Neruda optó por involucrarse en acontecimientos críticos y ser solidario con amistades, colegas y sectores sociales desfavorecidos, así como ser fiel a sus ideas. Neruda nos inspiró desde pequeños a no aceptar la represión, ni la lisonja, ni la mentira, fuimos amigos del miedo, porque nunca nos impidió vivir, fuimos amigos de las letras porque con ellas caminamos de la mano del amor, por la vereda de unos ojos hermosos, como luceros que iluminaron nuestra vida. Somos almas símiles con Neruda al haber visto derramada la sangre mexicana en Tlalteloco y nos levantamos como él para decir basta, mueran los asesinos de cuerpos y conciencias.

Neruda continua “Creo haberme definido ante mí mismo como un comunista durante la guerra de España. […] Sencillamente: había que elegir un camino. Eso fue lo que yo hice en aquellos días y nunca he tenido que arrepentirme de una decisión tomada entre las tinieblas y la esperanza de aquella época trágica”. Como Neruda decimos “creo haberme definido a mis mismo como un comunista durante la represión de Tlalteloco, donde mis manos se tiñeron con la sangre de una mujer que murió en nuestros brazos, y deje de ser “comunista” cuando entre al partido de la hoz y el martillo, porque esos revolucionarios eran de pacotilla, de miles de palabras, circulo de intelectuales de izquierda, que habían leído a Marx, Engels o Lenin sin entenderos, las palabras mas sonoras de Carlos Marx “no se trata de definir al mundo, se trata de cambiarlo”

Para Neruda, su arma siempre fueron las palabras. Vivió las batallas culturales como continuación de los conflictos armados.

Una de sus primeras experiencias en la lucha política fue cuando Hitler accedió al poder que mando quemar todos los libros que no contenían loas al régimen, Neruda inmediatamente organizo a un grupo de estudiantes para pedir los libros que habían sido quemados en Alemania, porque señalo “las ideas no se quemas, el papel renacerá de sus cenizas con la prosa más hermosa de la libertad”.

Con una prosa palpitante, entrañable, vibrante, Neruda relata sus experiencias como embajador chileno en el lejano Oriente, su presencia en la península ibérica durante la Guerra Civil Española, su asignación diplomática para ofrecer asilo a republicanos que huían de España tras la imposición del fascismo, su participación en movimientos de resistencia cultural en Europa y América, su vida en la clandestinidad al ser perseguido por la policía chilena, el destierro, sus matrimonios y romances…Descendiente de esa emigración republicana española vía Moscú, conocimos al Dr. Ramon Alvarez-Buya notable científico con el cual convivimos en su etapa madura en la Colima de Comala padre de una notable luchadora científica María Elena Alvarez-Buya Roces.

Y Neruda aprovecha el recuento para esbozar las motivaciones que dieron origen a sus diversas obras.

“El subjetivismo melancólico de mis Veinte poemas de amor o el patetismo doloroso de Residencia en la tierra tocaban a su fin. […] Ya había caminado bastante por el terreno de lo irracional y de lo negativo. Debía detenerme y buscar el camino del humanismo, desterrado de la literatura contemporánea, pero enraizado profundamente a las aspiraciones del ser humano. Algunos encontramos en la poesía el lenguaje sublime del amor “te dedico este canto, temblando mis manos de emoción, de ver tu divino rostro, que mueve los más profundo de mi ser, es el regalo de Artemisa, que bebemos de la copa de Baco, porque no hay Hija mejor Dios que el que fermenta las uvas en licor rojo, como la sangre de las “Venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano y si hoy podríamos escribir los versos mas tristes ….

Neruda continua “Comencé a trabajar en mi Canto general”.

La idea de un poema central que agrupara las incidencias históricas, las condiciones geográficas, la vida y las luchas de nuestros pueblos, se me presentaba como una tarea urgente.”

Y años después: “Sigo trabajando con los materiales que tengo y que soy. Soy omnívoro de sentimientos, de seres, de libros, de acontecimientos y batallas. Me comería toda la tierra. Me bebería todo el mar”.

Una parte medular de Confieso que he vivido son sus encuentros (de complicidad y camaradería en varios casos; de desencuentro, en otros) con escritores, artistas y poetas, en distintas épocas y circunstancias.

“Los nombres de García Márquez, Juan Rulfo, Vargas Llosa, Sábato, Cortázar, Carlos Fuentes, Donoso, se oyen y se leen en todas partes. […] Yo los he conocido a casi todos y los hallo notablemente sanos y generosos. Comprendo -cada día con mayor claridad- que algunos hayan tenido que emigrar de sus países en busca de mayor sosiego para el trabajo, lejos de la inquina política y la pululante envidia”.

Confieso que he vivido reúne episodios emotivos, anécdotas hilarantes, aventuras, recuerdos conmovedores o estrujantes, relatos de villanías y heroísmos. El libro hace referencia a más de 400 personajes, la mayoría del siglo XX, y con buena parte de ellos Neruda llegó a tener contacto directo.

De Federico García Lorca decía que iba adelante y no dejaba de reír y de hablar. Estaba feliz. Ésa era su costumbre. La felicidad era su piel. Nunca he visto reunidos como en él la gracia y el ingenio, el corazón alado y la cascada cristalina. Era el duende derrochador, la alegría centrífuga que recogía en su seno e irradiaba como un planeta la felicidad de vivir”.

Miguel Hernández había sido pastor de cabras. Vivía y escribía en mi casa. Era ese escritor salido de la naturaleza como una piedra intacta, con virginidad selvática y arrolladora fuerza vital. Me narraba cuán impresionante era poner los oídos sobre el vientre de las cabras dormidas. Así se escuchaba el ruido de la leche que llegaba a las ubres”.

Alejo Carpentier es uno de los hombres más neutrales que he conocido. No se atrevía a opinar sobre nada, ni siquiera sobre los nazis que ya se echaban encima de París como lobos hambrientos”.

“Entre sus salidas clandestinas de la cárcel y conversaciones sobre cuanto existe, tramamos David Alfaro Siqueiros y yo su liberación definitiva. Provisto de una visa que yo mismo estampé en su pasaporte, se dirigió a Chile con su mujer, Angélica Arenales. (Ya antes, en París, Neruda había escondido en la embajada de Chile a Louis Aragon y su esposa, Elsa Triolet.)

“Cuando quiero recordar a Tina Modotti debo hacer un esfuerzo, como si tratara de recoger un puñado de niebla. Frágil, casi invisible. Un óvalo pálido enmarcado por dos alas negras de pelo recogido, unos grandes ojos de terciopelo que siguen mirando a través de los años”.

Pablo Neruda no rehuyó el compromiso político, a pesar de los riesgos y padecimientos que eso implicara. A fines de 1969 el Partido Comunista lo proclamó candidato a la presidencia de Chile. En ese carácter recorrió todo el país y participó en las conversaciones para crear, con otros partidos, la Unión Popular. Declinó su candidatura y apoyó activamente al doctor Salvador Allende, quien ganó las elecciones de 1970. Al año siguiente le otorgaron a Neruda el Premio Nobel de Literatura y pocos meses después dio el discurso inaugural de la reunión del Pen Club Internacional, en Nueva York, donde denunció el bloqueo estadounidense contra Chile en represalia por la nacionalización de las minas de cobre. Salvador Allende fue asesinado en el golpe militar del 11 de septiembre de 1973; Neruda murió doce días después (envenenado, según estudios periciales realizados 50 años después). No obstante, se dio tiempo para incluir en sus memorias una indignada protesta por la infamia cometida por las fuerzas armadas, “que otra vez habían traicionado a Chile”.

Neruda advierte al lector: “Estas memorias o recuerdos son intermitentes y a ratos olvidadizos porque así precisamente es la vida. De cuanto he dejado escrito en estas páginas se desprenderán siempre -como en las arboledas de otoño y como en el tiempo de las viñas- las hojas amarillas que van a morir y las uvas que revivirán en el vino sagrado. Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta”.

Haber sido parte de al menos un momento crucial en el convulsionado siglo 20 podría dar sentido a la existencia de alguna persona. Vivir de lleno varios de esos momentos convierten en extraordinaria la historia de unos pocos personajes. A este grupo pertenece Pablo Neruda. Confieso que he vivido es el relato de una vida plena, un compendio de experiencias de un ciudadano universal.

Confieso que he vivió significa que hemos sido testigos de las represiones contra los maestros y los ferrocarrileros de finales de los 50’s, la propia de Othón Salazar, líder de los maestros, el discurso ferviente de Demetrio Vallejo, líder de los ferrocarrileros, ambos encarcelados,  de la nacionalización de la Industria Eléctrica por Adolfo López Mateos, a principios de la década negra, de la represión del Tlalteloco de 1968, por el maldecido Gustavo Diaz Ordaz, de las frivolidades de Luis Echevarría, que con su primogénito caminamos gran parte del mundo, vivimos la guerra en Nicaragua con los contras armados y pagados por el águila imperial, fuimos enajenados viviendo un doctorado en los Estados Unidos, que difícil fue quitarnos la loza de la propaganda yanqui, pero encontramos también grandes seres humanos que nos formaron y que nos enseñaron que “la virtud mínima del hombre es el agradecimiento”, tuvimos la fortuna de convivir con los amigos cubanos en el “período especial” en que no había nada, pero sobraba amor, de las luchas de los académicos de la UNAM por impedir las colegiaturas, la educación debe ser gratuita, del CEU dirigida por Carlos Imaz, Immanuel Ordorica y Claudia Sheinbaum, y dese luego desde la “banqueta” sin protagonismo, hemos sido miembros del PRD y de Morena admiradores de la lucha de Andrés Manuel López Obrador, porque si no es el mejor, supera por mucho los energúmenos corruptos asesinos que nos gobernaban, antes quizás nos alcance el aliento para ver a la primera mujer presidenta que esperamos por el bien de México no sea un botarga, será Claudia Sheinbaum una mujer científica de la UNAM y cooperaremos con ella desde la montaña de Colima.

Carlos Fuentes afirmó que Neruda asumió los riesgos de la impureza, la imperfección y la banalidad para nombrar a nuestro mundo y conducirlo a las zonas salvajes de nuestro idioma olvidado. Su poesía nos permitió recuperar cinco siglos de historia perdida, enmascarada (Personas).

Pablo dictó las memorias de Confieso que he vivido en la embajada de la avenida de la Motte-Picquet y más tarde, poco antes de su muerte, en su casa de Isla Negra. Murió en septiembre del año 1973 cuando todavía estaba lejos de terminar el dictado. Matilde, su viuda, viajó entonces con las páginas ya dictadas a Venezuela y ‘editó’ el libro con ayuda de Miguel Otero Silva, novelista, gran amigo del poeta. La edición consistió en añadir páginas autobiográficas escritas por Neruda en años anteriores e insertarlas en las memorias de acuerdo con un criterio cronológico. El resultado fue un libro de dos personas diferentes: el Neruda estalinista confeso y el posterior”. Conocedor de todo el proceso, Edwards concluye con escepticismo: “Fue un libro contradictorio, válido en su vertiente narrativa, pero de coherencia interna, mental e intelectual, discutible” (Confesiones añadidas). [Cabe agregar que en años recientes la Fundación Pablo Neruda ha encontrado manuscritos del poeta que incluyen datos, detalles y anotaciones para este libro, que permanecieron traspapelados por cuatro décadas; ediciones recientes los han incorporado. Concluimos el que no se equivoca es que no ha vivido.

El ensayista y crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal entendió Confieso que he vivido como «un libro deliberadamente fragmentario, un collage literario no sólo de recuerdos sino de escritos autobiográficos”.

Más allá de cualquier polémica, Gabriel García Márquez calificó categóricamente a Pablo Neruda como “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”.

 

 


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