Renoir en la Terraza 

Pintores Impresionistas: Renoir, Monet, Manet

Frente al Salón oficial de la Academia francesa, dominado por la pintura académica, los impresionistas se darán a conocer desde 1870 (con gran escándalo del público y ciertos críticos) inicialmente en el Salón de los rechazados donde se exponía lo no admitido por el Salón oficial y, posteriormente desde 1874, en exposiciones colectivas hasta que comienzan a alcanzar cierto éxito (a partir de 1886). Es curioso que como en muchos artistas sus logros no sean reconocidos en su época.

Una tarde parisina andaba con una amiga, muy hermosa visitando Montparnasse, dónde expusieron Picasso, Gauguin, Modigliani entre otros y dónde por primera vez los artistas podían tomar café toda la noche, los cafés de Paris en Montparnasse, que permanece abierto toda la noche.

Ello quiso que le hicieran un autorretrato, el pintor le pidió no recuerdo cuantos euros, a ella le pareció muy caro, y él pintor le dijo espera a que muera, y el cuadro tendrá un valor extraordinario, es decir los grandes artistas no son reconocidos en su época, la belleza no tiene precio y me ofrecí a pagar el cuadro que quizás mi amiga conserve todavía, pero yo como Neruda, confieso que he vivido.

Edouard Manet (1832-1883): Más que un impresionista es un precursor, un símbolo del antiacademicismo. Su formación es clásica, con influencias de Tiziano, Velázquez o Goya, aunque concibe sus obras con un sentido muy moderno del color y del dibujo a base de grandes manchas de colores planos aplicados con una pincelada suelta. Dentro de su obra destacan temas con referentes clásicos pero contextualizados en su época: El almuerzo campestre, inspirado en una obra veneciana del siglo XVI, o la Olimpia, inspirada en la Venus de Urbino de Tiziano. No obstante, estas obras escandalizaron fuertemente a la sociedad burguesa al situar en el siglo XIX, desnudos femeninos junto a hombres (El almuerzo campestre) o retratar una prostituta junto a su criada negra (Olimpia). Dentro de su producción sobresalen también las escenas de la vida urbana (El bar del Folies-Bergère) o los retratos (Émile Zola). Hoy desafortunadamente en vez de hacer del desnudo un puente erótico, lo hemos convertido en una mercancia, sin valor, por que finalmente parte de Eros, es el mito de los desconocido, por que lo que conozco pierde el valor de la primera vez.

Le Déjeuner sur l'Herbe (El almuerzo sobre la hierba), 1863. abre el blog

El almuerzo que provocó un escándalo en la sociedad francesa, pero finalmente Montparnasse está muy cerca del Moline Rouge en Pigalle, dónde se vende y se compra el amor, como lo ilustró extraordinariamente Henri de Toulouse-Laultrec, famoso por ser el primer sitio dónde se bailo el Can-Can que asombraba a los parroquianos del siglo XIX, y que hoy nos parece antiguo, mujeres levantandose la falda, que cursilería para los mozos del siglo XXI

El tono general de la obra de Manet no es el de un pintor radical únicamente preocupado por el mundo visual. Es un sofisticado habitante de la ciudad, un caballero que se ajusta en todo al concepto decimonónico de dandi: un observador distante, refinado, que contempla desde una elegante distancia el espectáculo que le rodea. Desde este punto de vista, Manet concluye el que será, sin duda, uno de sus cuadros más escandalosos, rechazado en el Salón de 1863 y expuesto en el de los Rechazados, Almuerzo sobre la hierba.

Veamos el concepto que hoy aún sería único, desayunar en la hierba con una musa desnuda, sueño erótico aún hoy en el siglo XXI, imaginemos el efecto que causo en la sociedad conservadora del siglo XIX.

El reto lo planteaba una realidad contemporánea, los bañistas del Sena, y la escena estaba reformulada en el lenguaje de los viejos maestros (el cuadro está claramente inspirado en la Fiesta campestre del Tiziano), compitiendo con ellos y, al mismo tiempo, subrayando las diferencias. Las escenas con el tema del ocio en el campo estaban ya muy enraizadas en el arte occidental y abundaban tanto en las ilustraciones populares como en el arte académico, pero el cuadro de Manet pertenece a un orden distinto, desconcertante por la evidente inmediatez con que se enfrenta al espectador.

Sin embargo, pese a la aparente unidad del grupo, cada figura es una entidad separada, absorta en su propia actitud o meditación, de manera que ningún tipo de conexión narrativa puede explicar el conjunto. Y esta sensación de ruptura hace que el cuadro parezca desintegrarse en una especie de collage de partes independientes que solo por un instante se agrupan gracias a su parecido, prestado, con el orden renacentista. 


Olympia, 1863.

Pero más escandalosa todavía fue la Olympia, pintada en 1863 pero no presentada al Salón hasta 1865, donde fue rechazada. Entre las razones por las que este cuadro iba a resultar chocante no son las menos importantes el hecho no solo de que es una clara parodia de una obra renacentista, (la Venus de Urbino de Tiziano), sino también una flagrante descripción de los hábitos sexuales modernos.

Podemos ir a un Burdel a aburrirnos porque lo que sucede al perder el asombro de lo que vendrá pierde el valor, lo conocido no tiene asombro, tiene pasado y en ese caso predecible y aburrido.

Manet sustituye en él a una diosa veneciana del amor y la belleza por una refinada prostituta parisina. Pero lo que realmente desconcertó a los críticos de la época es que Manet no la sentimentaliza ni la idealiza, y Olimpia no parece ni avergonzada ni insatisfecha con su trabajo. No es una figura exótica o pintoresca. Es una mujer de carne y hueso, presentada con una iluminación deslumbrante y frontal, sobre la que el pintor muestra un perturbador distanciamiento que no le permite moralizar sobre ella, este misterio la hace sin duda una obra inmortal.

Ambas obras entusiasmaron a los pintores más jóvenes por lo que suponían de observación directa de la vida contemporánea, por su naturalidad y por su emancipación técnica. Manet se convirtió así, casi sin quererlo, en el personaje principal del grupo que se reunía en el Café Guerbois, la cuna del Impresionismo.

En 1867, hacia la época de la Segunda Exposición Universal en París, Manet, muy desalentado por su mala acogida en el Salón oficial, decidió seguir el ejemplo de Courbet unos años antes y dispuso, con su propio dinero, un pabellón donde presentó cerca de cincuenta obras sin obtener, sin embargo, ningún éxito público

Ningún pintor del grupo impresionista ha sido tan discutido como Manet. Para algunos fue el pintor más puro que haya habido jamás, completamente indiferente ante los objetos que pintaba salvo como excusas neutras para situar un contraste de líneas y sombras. Para otros, construyó simbólicos criptogramas en los que todo puede ser descifrado según clave secreta pero inteligible. Para algunos, Manet fue el primer pintor genuinamente moderno que liberó al arte de sus miméticas tareas. Para otros, fue el último gran pintor de los viejos maestros, demasiado enraizado en una multitud de referencias histórico-artísticas.

Algunos todavía creen que fue un pintor de técnica deficiente, completamente incapaz de conseguir una coherencia espacial o compositiva. Otros piensan que fueron precisamente estos "defectos" los que constituyeron su deliberada contribución a las drásticas y enormemente fructíferas transformaciones que introdujo en la estructura pictórica. Para nosotros como público nos parece un antecedente del impresionismo, que no alcanza en Manet, mover de su contemplación al espectador, siendo la pintura una imagen que mueve el alma, este impresionista, dio los primeros pasos, pero no llego al eje pictorico del Impresionismo.

Claude Monet (1840-1926): Es el impresionista por excelencia. Se interesa sobre todo por el paisaje y la incidencia de la luz a diferentes horas. Capta la vibración lumínica mediante pequeños y rápidos toques de colores puros que dan aspecto inacabado a sus obras desde cerca, pero que se funden a determinada distancia. Es amante de representar los efectos de la niebla, el humo, los reflejos de las aguas o la luz solar. A veces realiza series de un motivo a diferentes horas o estaciones del año: Catedral de Rouen, Estación Saint Lazare, o las series de Nenúfares efectuadas al final de su vida. A él se debe el título de la obra que dio pié a la denominación de impresionistas para el grupo: Impresión. Sol naciente.

Líder del movimiento de arte impresionista, los cuadros de Monet son reconocidos como los más puros ejemplos de este estilo. Su importancia se refleja en el precio logrado por su óleo "Le Bassin Aux Nympheas", vendido el año 2008 en Londres por 40,9 millones de libras esterlinas. Queríamos comprarlo pero nos falto "por mucho" al amor al arte.

Monet sentó las bases de la pintura moderna, su pincel no buscaba comunicar una historia ni dar una instrucción moral al espectador, sino que ponía en el lienzo impresiones en función de las sensaciones experimentadas por el ojo. Las pinceladas puntillistas, que pintó en sus cuadros con propiedad de maestro, son el origen del arte pictórico moderno.


Impresión, sol naciente"

El primer cuadro impresionista, de acuerdo con expertos en pintura, fue el del sol naciente.

La urraca de Monet.

Para nosotros los que buscamos en el arte, algo, el cuadro debe decirnos "algo" Monet lo hace ya dando solo las impresones, para que el observador, vea en una obra sencilla y compleja como si fuera un fotografía en pinceles

Auguste Renoir (1841-1919): Comienza captando temas de la vida amable de diversiones en los que refleja las vibraciones de la luz (Le moulin de la Galette) o desnudos en los que estudia los efectos de luz y sombra en las carnaciones. Después de un viaje a Italia se obsesiona por el dibujo abandonando parcialmente el impresionismo.

Pierre-August Renoir es uno de los más brillantes representantes del impresionismo francés, movimiento del siglo XIX que revolucionó la tradición pictórica. Renoir destacó por el estudio de los efectos lumínicos, la sensualidad del trazo y la creación de atmósferas vaporosas por medio del juego entre luces y texturas.

En Renoir se nota un avance en el uso del pincel, para relatar una imagen que nos deja una impresión permanente, de lo que el pintor vió, eso hace que su pintura tenga un valor extraorinarido como arte, que podemos gozar en los museos, en las réplicas casi perfectas del mercado paralelo.

Sus temas giraron en torno a la vida alegre y festiva de la burguesía, y también expresó un destacado interés en el desnudo y la naturaleza. Estas características, que le dieron un trazo único e irrepetible de singular belleza, lo han convertido en una de las referencias más reconocidas de la historia del arte occidental. A continuación, conozcamos algunas de sus obras más importantes.


El almuerzo de los remeros

El almuerzo de los remeros puede ser la obra más famosa de Renoir, y una de las más reconocidas del impresionismo y de la historia del arte, al punto de ser parte del hilo argumental de la película Amelie Poulin. El cuadro representa un festín en la terraza de un restaurante llamado Maison Fouirnase, ubicado a orillas del río Sena. La escena da excusa para incluir un bodegón espléndido a la mesa

Desde el punto de vista pictórico, El almuerzo de los remeros es una magnífica expresión del programa impresionista, tocado por la particularidad del estilo individual de Renoir: destaca el uso magistral de la luz, el color, las texturas y la atmósfera vaporosa que lo envuelve todo.


Pierre-Auguste Renoir: Baile en el Moulin de la Galette, 1876, óleo sobre lienzo, 131 cm × 175 cm, Museo de Orsay, París

Baile en el Moulin de la Galett representa una escena de baile en un popular local del boulevard Montmartre que llevaba ese nombre. En este lienzo, Renoir hace un tratamiento exquisito de la luz, mostrando cómo se divide al pasar por el follaje de los árboles. Las manchas de luz parecen motas de algodón sobre los objetos representados.

Como aquel lugar era también un merendero, la escena incluye un bodegón o naturaleza muerta. Renoir logra el objetivo de estudiar el modo en que actúan la luz y el color y, al mismo tiempo, retrata las costumbres cotidianas de la alegre burguesía del siglo XIX.

Este breve boceto del impresionismo francés del siglo XIX pretende abrir el apetito visual de los jóvenes que pueden encontrar en estas pinturas, mucho de lo que buscan sin encontrar, la belleza de estos cuadros está en ella, pero más está dentro de nuestra alma, al darnos tranquilidad, hermosura, paz, permitiendonos salir del caos del siglo XXI


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