INFLACION DIAGNOSTICO Y DIFERENTES TERAPIAS
La inflación a nivel mundial sigue creciendo y la política
monetaria que está aplicando es la misma de siempre, incrementar la tasa de
interés. Al parecer, la mayoría de las economías y en especial los bancos
centrales, aún no entienden que la principal causa de la inflación no es un
problema de demanda del mercado, más bien es un problema de oferta. Si bien
es cierto que, con el cierre total y parcial de las actividades económicas
desde la primera oleada y hasta la cuarta, la mayoría de los hogares mantuvieron
sus ingresos e incluso aumentaron su ahorro, lo que en efecto generó un
incremento repentino en la demanda una vez que retomaron las actividades
económicas de manera normal, lo que a su vez ocasionó fuertes presiones
inflacionarias; la causa más fuerte de la inflación es la gran cantidad de
micro, pequeñas y mediana empresas que murieron durante los cierres económicos.
La mayoría de estas empresas se dedicaban a la producción de bienes y servicios
intermedios, debido a su muerte la cadena de suministro de insumos sufrió una
disrupción, ocasionando a su vez que una caída estrepitosa en el ritmo de
producción de bienes finales usualmente producidos por las grandes empresas.
En consecuencia, la escasez de productos en el mercado es lo
que está ocasionando los procesos inflacionarios en la mayoría de las
economías. Al mes de junio, la inflación a tasa anual en el mundo ha seguido
creciendo, en Estados Unidos es del 7.8%, Reino Unido 7.3%, Canadá 6.7%,
México 7.6%, la Unión Europea 7.2%, en particular destacan Alemania con
7.7%, Grecia 8.2%, España 7.2%, India 7.3%, Corea del Sur 6.0%, Brasil 10.2%,
Chile 10.4%, Colombia 9.8%, además de los casos extraordinarios por
cuestiones de la guerra como Rusia, Polonia, Ucrania con datos de inflación por
arriba del 15 %, así como Argentina con 164% y Venezuela con 25% por
ciento.
Claramente estos niveles de inflación son el resultado de
una política monetaria que no es efectiva, los incrementos continuos en las
tasas de interés no están frenando al consumo de ninguna manera; pero si están
estrangulando a las empresas porque los créditos se vuelven más caros y esto
ocasiona que las empresas no se expandan y, por ende, que la oferta del mercado
no crezca.
Para poder detener la inflación se requiere inundar al
mercado con bienes y servicios, es decir, incrementar el ritmo de producción de
insumos y de bienes finales. Es necesario aumentar la inversión pública y
privada con el objetivo de generar un crecimiento en el número de nuevas
empresas, así como ampliar la capacidad instalada de las ya existentes.
Al mismo tiempo, es fundamental evitar la quiebra de más
empresas a partir de propiciar condiciones apropiadas para su funcionamiento,
mediante apoyos fiscales, alianzas estratégicas, certeza jurídica, seguridad,
pero sobre todo un entorno económico estable. La inflación sólo podrá ser
controlada impulsando enérgicamente a la oferta del mercado.
No está claro aún si el la
mayoría de los Gobiernos en funciones mantendrán en 2024 la batería de medidas que ha ido implantando para combatir la inflación.
Mejor dicho, las medidas para paliar los efectos de la inflación. No se deben
atacar (o intentar atacar) los síntomas, sino la enfermedad.
La inflación consiste, básicamente, en la pérdida del
valor del dinero. La frase “antes llenaba el carro del súper con cincuenta dólares,
euros o pesos y ahora no me llega ni para la mitad” es la mejor forma de
expresar lo que es la inflación. Subida de precios. O, lo que es lo
mismo, el
peor de los impuestos para las clases más desfavorecidas
porque el impuesto al consumo se aplica por igual a ricos y a pobres.
Todo en economía se
explica desde la oferta y la demanda, incluida la inflación. Este
episodio de elevada inflación se explica por un crecimiento espectacular de la
demanda (las inyecciones de dinero de los bancos centrales, el ahorro embalsado
durante el confinamiento) y una reducción, también considerable, de la oferta
(los cierres en Asia, los cuellos de botella en la logística, la guerra de Ucrania,
la sequía). Así que ha habido más demanda pero también menos oferta. ¿El
resultado? El que vende ve que puede pedir más y lo pide. Y se lo pagan. Y sube
el precio y se lo siguen pagando.
¿Cómo funcionan las medidas implantadas por los
gobiernos?
En el mejor de los casos, las medidas gubernamentales actúan
como un placebo. En la mayoría, como combustible para la inflación. Si, por
ejemplo, el Gobierno (con un coste enorme) subvenciona cada litro de gasolina a
todo el mundo con 0,2 euros lo único que se logra es que esa subvención vaya al
que lo vende o al productor.
¿Por qué? Porque ¿qué hará quien vende la gasolina y ve que
se la compran a 2,2 euros el litro si le subvencionan 0,2 euros el litro? ¿Lo
bajará a 2? No. Lo mantiene a 2,2 y se lleva la subvención diciendo que el
precio sin la subvención sería 2,4. ¿Por qué? Porque
la demanda lo aguanta. Caso de la gasolina en México subsidiada para
contener la inflación.
Si el Gobierno (con el apoyo de la oposición) baja el IVA de
los alimentos (una medida excelente pero no antiinflacionista) pasará lo mismo.
Si quien puede vender las naranjas a 3,10 euros el kilo (con un IVA del
10 %), ve que el IVA baja al 5 %, las seguirá vendiendo a 3,10 euros
el kilo mientras la demanda aguante, añadiendo ese 5 % a su margen de
beneficio.
Por otra parte, es inútil aplicar estas medidas de manera
indiscriminada –sin diferenciar rentas– porque muchas veces son
contraproducentes. Además, son extremadamente caras. Pero se venden bien,
dan titulares amables y hacen ver que las autoridades toman medidas.
¿Cómo combatimos la inflación?
La cuestión es hacer disminuir la demanda y aumentar la
oferta. En el lado de la demanda, se necesita que ésta se retraiga y eso
solo pasará si se aplican medidas que son como las medicinas antiguas:
desagradables y con efectos retardados.
La subida de tipos de interés es
la más evidente. Cuando escucho en una cena la frase: “Nos ha
subido la cuota de la hipoteca y tendremos que irnos menos días de vacaciones
este año”, inmediatamente pienso “desgraciadamente, se trata exactamente
de eso”.
Hace falta que los ciudadanos demanden menos ocio, menos
aceite de oliva virgen (y se cambien a otro más barato), menos gasolina, menos
noches de hotel. Solo así quienes les venden tendrán que competir por su
dinero. Solo así bajará (o subirá menos) el precio de los hoteles, las rentas,
o la cerveza.
La cuestión es: ¿cómo va a bajar el precio del aceite de
oliva en el súper si a este ya le cuesta seis euros? Si el supermercado ve que
tiene que bajar el precio para competir porque los consumidores se están
pasando al girasol o porque tienen menos capacidad de compra, tendrá que bajar
el precio. Y esa bajada irá a toda velocidad hasta el origen de la cadena
porque al agricultor el coste de extraer un litro de aceite no le ha subido un
100 % como sí lo ha hecho el precio final.
Hay mucho menos aceite de oliva debido a la sequía y la
demanda sigue fuerte. Si el que vende en origen tiene menos producto, y ve que
la demanda aguanta subidas de precio, subirá el precio. Sean sus costes los que
sean. El precio no bajará hasta que tenga que venderlo compitiendo (no cuando
bajen sus costes).
¿Qué se puede hacer con la oferta?
Hace falta mucha más competencia en todos los ámbitos. La
labor de los gobiernos debe ser eliminar las barreras de entradas en numerosos
mercados. Que entren nuevos oferentes a un mercado preocupa a quienes ya están
en él (y por eso se organizan en grupos de presión). Pero eso es lo mejor que
le puede pasar a los consumidores. Ya sean nuevos supermercados, bancos o
servicios de transporte de viajeros.
Por lo tanto, y para que el precio de alquileres, alimentos o transporte no se dispare, la intervención no es efectiva. Lo que es realmente efectivo es que se eliminen las barreras de entradas y que se permita el aumento de la oferta. Más competencia, más competidores y gente nueva en los mercados. Esta medida no ha siempre funcionado por que los grandes consorcios internacionales acaban deformando el mercado y destruyendo las industrias locales, esta medida suele favorecer a los ricos, que cada día serán más ricos. Los Gobiernos detienen la entrada de bienes más baratos mediante restriciones y aranceles que son otras medidas económicas para sostener la industria local.
¿Cuáles son las causas y posibles soluciones para la
inflación?
Si el problema es de oferta (aumento de los costes), las
medidas, proponen algunos economistas, deben centrarse en el incremento de la
productividad o en la sustitución de los insumos que están provocando el
incremento de los precios.
Si la causa es la pérdida del valor de la divisa (países
que importan una gran cantidad de artículos necesarios para la producción o el
consumo, que viene denominado en monedas extranjeras, normalmente dólares) se
debe mejorar la competitividad de la economía o, de forma transitoria, subir
los tipos para mantener la cotización de la moneda propia.
Ahora bien, si el problema, apunta es la generalización de
las expectativas de inflación (los
ciudadanos y las empresas esperan que los precios continúen subiendo en el
futuro) resulta necesario actuar contra esa espiral. Una forma es proponer
un pacto de rentas donde amplios sectores de la población
(trabajadores, empresarios, pensionistas…) acepten una disminución de su poder
adquisitivo para frenar ese
movimiento.
Las ayudas
gubernamentales fueron fundamentales para la supervivencia de personas y
empresas durante los confinamientos por la pandemia, y como apoyo a la
recuperación económica.
Cuando la
inflación es elevada y persistente, no se justifica un apoyo fiscal de base
amplia. La mayoría de los gobiernos ya han reducido el apoyo relacionado con la
pandemia, como se observó en la edición de octubre de Monitor fiscal.
Ante el
sufrimiento de tanta gente, los gobiernos deben seguir dando prioridad a ayudar
a las personas más vulnerables a hacer frente a las altísimas facturas de los
alimentos y la energía, y a cubrir otros costos, pero a su vez los gobiernos
deben evitar aumentar la demanda agregada debido al riesgo de que esto aumente
la inflación. En muchas economías avanzadas y emergentes, la restricción fiscal
puede reducir a la vez la inflación y la deuda.
Consolidación
fiscal, limitar la deuda
Los bancos
centrales están subiendo las tasas de interés para frenar la demanda y contener
la inflación, que en muchos países se sitúa en los niveles más elevados desde
la década de 1980. Como los rápidos incrementos de precios comportan
costos económicos para la sociedad y son perjudiciales para la estabilidad del
crecimiento económico, la política monetaria debe actuar con contundencia.
La
política monetaria dispone de los instrumentos necesarios para moderar la
inflación, mientras que la política fiscal puede dar a la economía una base más
sólida a largo plazo,
mediante la inversión en infraestructura, salud y educación; la distribución
justa de ingresos y oportunidades a través de un sistema tributario y de
transferencias equitativo, y la prestación de servicios públicos básicos.
Aun así, el saldo presupuestario general afecta la demanda de bienes y
servicios y las presiones inflacionarias.
Una
disminución del déficit enfría la demanda agregada y la inflación, de modo que
el banco central no necesita subir tanto las tasas de interés para conseguir
estos efectos.
Además, como las condiciones financieras mundiales limitan los presupuestos, y
los coeficientes de la deuda pública superan los niveles de antes de la
pandemia, reducir el déficit también permite abordar las vulnerabilidades de la
deuda.
A la
inversa, aplicar estímulo fiscal en el actual entorno de inflación elevada
obligaría a los bancos centrales a frenar de forma todavía más brusca para
contener la inflación. Ante
la elevada deuda en los sectores público y privado, esto podría acrecentar los
riesgos que enfrenta el sistema financiero, como se describe en la edición de
octubre del Informe sobre la estabilidad
financiera mundial
Dar
muestras de alineación
Con este
telón de fondo, las autoridades económicas tienen la responsabilidad de brindar
una protección sólida a quienes lo necesitan, recortando por otro lado o
recaudando ingresos adicionales para reducir el déficit general. La
responsabilidad fiscal —o incluso la consolidación fiscal cuando es necesaria—
demuestra que las autoridades económicas están alineadas en la lucha contra la
inflación.
Cuando el
ajuste fiscal es sostenido —preferiblemente con arreglo a un marco fiscal a mediano plazo que esboce la trayectoria de la
política en los próximos años—, también corrige las posibles presiones sobre la
sostenibilidad de la deuda. Entre ellas, el envejecimiento de
la población en la mayoría de las economías avanzadas y algunas de las
emergentes, y la necesidad de regenerar las reservas que puedan utilizarse en
futuras crisis o coyunturas desfavorables.
En nuestros
trabajos de investigación, utilizamos un modelo estilizado de dos países (donde
la “economía local” puede ser Estados Unidos o un grupo de economías
avanzadas). Estudiamos dos métodos diferentes para contener la inflación. El
primero de ellos se basa exclusivamente en el endurecimiento de la política
monetaria para enfriar una economía que se está recalentando, mientras que el segundo
recurre a la consolidación fiscal. Ambos se han construido de forma que
sus efectos sobre el crecimiento económico sean similares, y los dos logran
reducir la inflación. En el primer método, la subida de las tasas de
interés y la mayor debilidad del crecimiento contribuyen al aumento de la deuda
pública. La moneda, por su parte, se aprecia, ya que el incremento de los
rendimientos atrae a los inversionistas.
En el segundo
método, el endurecimiento de la política presupuestaria enfría la demanda sin
necesidad de aumentar las tasas de interés, de modo que el tipo de cambio real
se deprecia. Además, la disminución de los costos del servicio de la
deuda y la reducción de los déficits primarios provocan un descenso de la deuda
pública. La apreciación del tipo de cambio real en un entorno de mayor
austeridad monetaria hace que la inflación disminuya un poco más, pero esta
diferencia se reduciría si un mayor número de países aplicasen estas políticas
Ante
los precios elevados de los alimentos y la energía,
los gobiernos pueden mejorar su situación fiscal abandonando el apoyo de base
amplia para asistir a las personas más vulnerables, de ser posible
mediante transferencias monetarias selectivas. Como los shocks persistentes de la
oferta son duraderos, los intentos de limitar las alzas de precios mediante
controles de precios, subsidios o recortes de impuestos harán mella en los
presupuestos y, a la larga, no serán eficaces. Las señales de precios son
fundamentales para promover la conservación de energía e incentivar la
inversión del sector privado en energías renovables.
La
orientación presupuestaria deseable y las medidas en las que esta se fundamenta
dependerán de las circunstancias específicas de cada país; entre ellas, las
tasas de inflación efectivas y consideraciones de más larga data como los
niveles de deuda y las necesidades de desarrollo. En la mayoría de los
países, la subida de la inflación justifica aún más la restricción fiscal, y
reclama aumentar el ingreso o priorizar el gasto que preserva la protección
social y las inversiones en capital humano o físico que promueven el
crecimiento.
Dimensiones
internacionales
En Estados
Unidos, la desinflación de principios de la
década de 1980,
cuando Paul Volcker presidía la Reserva Federal,
es un ejemplo de las dificultades que plantea el control de la
inflación. La inflación se había afianzado en niveles elevados y la
política fiscal era expansiva. La Reserva Federal se vio obligada a
aumentar drásticamente las tasas de interés para frenar la inflación, lo cual
provocó el colapso de la inversión en vivienda y una apreciación sustancial del
dólar, en términos históricos. Las manufacturas se vieron muy
afectadas y algunas voces reclamaron un proteccionismo comercial.
Este episodio
histórico debe tenerse en cuenta en muchos de los países que actualmente
enfrentan retos similares. Un repliegue más equilibrado de las políticas
de estímulo, incluida la restricción fiscal, puede reducir el riesgo de que
ciertas partes de la economía —en especial, las más sensibles a las tasas de
interés— se vean afectadas de forma desproporcionada, o de que las fuertes
oscilaciones de la moneda agraven las tensiones comerciales.
Asimismo,
esto lograría rebajar los riesgos a escala mundial. Un aumento no tan
brusco de las tasas de interés se traduciría en un endurecimiento más gradual
de las condiciones financieras y atenuaría los riesgos para la estabilidad
financiera. Esto tendería a limitar las repercusiones adversas en
economías de mercados emergentes y reduciría el riesgo de sobreendeudamiento
soberano. Evitar una fuerte apreciación del dólar de u otras monedas
importantes también permitiría rebajar las presiones sobre aquellos mercados
emergentes que se financian en estas monedas.
Aunque muchos
bancos centrales están endureciendo sus políticas en respuesta al amplio y
persistente aumento de la inflación mundial, la combinación de medidas es
importante. La restricción fiscal reducirá el costo de llevar la inflación
hacia el nivel fijado como meta en forma oportuna, en lugar de dejar que solo
actúe la política monetaria.
En resumen la inflación se puede contener subiendo la tasa de interés de los bancos, para reducir la oferta de dinero o poniendo grandes cantidades de dinero en el mercado para satisfacer la demanda o una combinación de las dos, pero lo más importantes es aumentar la productividad del país, mediante el crecimiento de las grandes industrias del gobierno principalmente, con la participación controlada del capital privado, pero sobre todo con una apoyo a los medianos y pequeños inversionistas con subsidios o prestamos a bajas tasas e interés por que son el verdadero motor de la economía y de la clase media que desafortunadamente en las políticas monetaristas, fiscales y fiduciarias son lo que obtienen los menores beneficios, es correcto “primero los pobres” pero para sostener los beneficios hacia los pobres y los pensionados se debe desarrollar una política de “también primero los medianos y pequeños empresarios” que son el sostén de la economía.
Apoyando sobre toda a la educación, que no debe estar en manos de
sindicatos, federaciones de estudiantes o Rectores y sus cortes omnipotentes,
que impiden el crecimiento y desarrollo de la educación, sin importar que tanto
se invierta en ella. La meritocracia por si misma no soluciona los problemas,
pero si estimula el estudio y la preparación de los profesionales, que dejaran
la corrupción de hacerse amigos de los núcleos de poder mencionados, por eso en
general la educación privada produce mejores profesionistas que las universidades
públicas, que si dan el derecho a todos a la educación profesional, pero de
baja calidad, mientras que los privadas solo son para a aquellos que tengan una
gran capacidad económica, por eso el dicho “para ser rico, lo primero es ser
hijo de rico”
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