Caminando por el Mundo se encuentra uno la magia de una vida de errores, en la vida de México, novela entre mitología y verdad Una palabra de alerta


Escribo una novela sobre hermosas ciudades, bellas mujeres, vidas compartidas, por un día, por una semana, por una vida, todas las experiencias fueron inolvidables, porque no hay nada más hermoso que las mujeres; verdades con ellas la mayoría; mentiras e imaginación las restantes y, sobre todo plena de errores. Toda obra de letras es en cierta medida, autobiográfica. No es preciso apoyarse en Goethe, En palabras de George Eliot fue «el más grande hombre de letras alemán... y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra». El propio Goethe narró su vida en un libro autobiográfico, Poesía y verdad, que llega hasta cuando se pone al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto Weimar. Lo que dijo Goethe lo dijo en forma precisa: basta recordar, en una panorámica amplia, las obras, los textos escritos en prosa o en verso por la inmensa mayoría de los escritores de la literatura, quienes egocéntricamente se autorretratan en sus libros; así también pintores como Rembrandt que, hizo su obra genial de sus «portrait». Aún las aparentemente objetividades expresivas de las más disímiles facetas del interior humano; el ejemplo es obvio, Shakespeare. El gran inglés lo vamos a encontrar retratado en Otelo, en Ricardo III, en Romeo o Hamlet. Pero, en los meandros de esos espíritus, de esos temperamentos hallamos los datos o para reconstruir —como dinosauro de Linneo— la personalidad históricamente borrada, esfumada, del autor de esas obras maestras; siempre presente, porque se escribe de dentro del corazón a la pluma de sí mismo, en cada libro, «algo» en esas letras tiene sabor al autor. En esta novela se trastoca todo, los tiempos no existen en realidad, un tiempo histórico, quizá, como lo diría Einstein, el tiempo es producto del hombre no existe per se. Por eso, no se puede seguir el trama, pensando en hoy, ayer o hace cien años, los nombres se cambian, porque un nombre no significa nada, solo los inventamos para pretender identificar a los humanos, las caras de un mismo nombre, no son las mismas, porque existen diferendos de personalidad con el mismo nombre, quizás algunas imágenes nos sean familiares, de artistas, de modelos, tal vez lo son, tal vez no; porque al entrar en el mundo de lo virtual, perdemos hasta nuestras caras, nuestros cuerpos, que se vuelven de todos y de nadie. Ahora nos preguntamos, existió realmente Ulises, fue Príamo rey de Troya un semidios, perdió una batalla que quizás nunca existió, ¿Por qué sabe alguien dónde estuvo Troya?  Como escribió Kafka, por lo tanto, hay una metamorfosis de personajes, que dicen, que hacen, lo que la trastornada mente del autor los obliga a hacer o decir, las ciudades existen, son ciertas, materiales y físicas, las hemos visitado todas en diferentes momentos del camino llamado vida. Los personajes quizás, y el personaje sin nombre, es uno o muchos, es joven o viejo, es verdad o ese mentira, lo vivió o lo inventó, qué importa, el propósito es mostrar que hay un mundo allá que conocer, hay una vida que vivir, y hay amor que dar y recibir, porque si se cierran los ojos por un tiempo, la vida se va, la vejez llega y nuestra amiga «la muerte» nos empieza a invitar a su regazo, este es por lo tanto, un libro de un hombre viejo, para hombres viejos, que ciertamente ya no entendemos nada, que no sea lo que la memoria que también nos abandona a veces; nos da como regalo un recuerdo, como escribió Manuel Acuña; Morir cuando la luz, retira sus áureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira, algo muy luminoso que se pierde. Morir, y joven; antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona, cuando la vida dice aún: «Soy tuya, aunque, sepamos bien que nos traiciona». Así también hablaba Zaratustra de ese Dios que no existe, así hablamos nosotros de una vida que se fue.

Comentarios

Entradas populares de este blog