Juan Rulfo Pedro Páramo
La novela da inicio con el relato del personaje principal, Juan Preciado, quien le prometió a su
madre en su lecho de muerte que regresaría a Comala para reclamar a su padre, Pedro Páramo, lo que en su momento no
les dio. Preciado, cuyo nombre no
conocemos hasta avanzada la novela, sugiere que no tenía intenciones de cumplir
esta promesa hasta que comienza a tener sueños e ilusiones que finalmente lo
inducen a viajar. Su narración está fragmentada y se ve mezclada con diálogos
de su recientemente difunta madre, Dolores
Preciado. También se ve interrumpida y reemplazada por una línea narrativa
en primera persona que aparentemente es de Pedro
Páramo.
Este libro se inicia en Comala, uno no puede elegir dónde
nacer, pero si dónde morir y yo quiero morir en Comala, allá en una piedra del
«rancho de Pedro el Malo» en Suchitlán, antes de que Comala muera, abandonada
por los jóvenes emigrantes, e invadida de los malvados, dónde los caballos se
han vuelto cabalgatas de borracheras, de pleitos de hombres, que no son
personas, ni a «macho llegan» quiero morir allá en la montaña cabalgando mi
viejo caballo Atila, con mis perros Conín y Yara, que ladren por el muerto que
vagara por las planicies y las montañas quizás por una eternidad.
Rulfo inicia
su relato “vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo
le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en
señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de
prometerlo todo. "No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este
modo y de este otro. Estoy segura de que le dar gusto conocerte." Entonces
no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se
lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de
sus manos muertas. Todavía antes me había dicho: -No vayas a pedirle nada.
Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido
en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. -Así lo haré, madre. Pero no pensé
cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a
darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo
alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala. Era ese
tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por
el olor podrido de las saponarias. El camino subía y bajaba: "Sube o baja
según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja."
Todos buscamos en la tierra, en el viento, en un libro, el lugar dónde se
encuentra nuestro padre, el mágico el que existe y no existe, el verdadero y el
mito, eso vino a buscar Juan Preciado,
eso vine a buscar en Comala, Pedro el
Malo.
-¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá
abajo? -Comala, señor.
-¿Está seguro de que ya es Comala? -Seguro, señor.
-¿Y por qué se ve esto tan triste? -Son los tiempos, señor.
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su
nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala,
por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos
con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: "Hay allí,
pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde,
algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la
tierra, iluminándola durante la noche." Y su voz era secreta, casi
apagada, como si hablara consigo misma... Mi madre.
-¿Y a qué va usted a Comala
-A buscar a mi padre Pedro
Paramo
La mujer hermosa en la pradera, un recuerdo de Comala es un
pueblo mágico de Colima, ahí encontré nuevamente el espíritu de mi abuelo, del
campo, la gente que ama a la tierra, tiene que tener una parte de ella, y allá
en las montañas de Suchitlán encontré ese pedazo, esa tierra húmeda rodeada de
dos ríos que bajan fríos del volcán de Colima, todavía es tierra de bosque
tropical con sus grandes árboles que dan esa sombra que nos da la cobertura de
ese sol resplandeciente de este mundo maravilloso, si mágico de la hermosa
provincia mexicana, que todavía sabe a mariachi, que todavía tiene algo del
campo mexicano tan expresivo a través de su tequila. Comala es mágica, porque
ahí habita el fantasma de Pedro Páramo,
de Juan Preciado y las llagas de los hijos sin padre que las gentes del
occidente califican de «bastardos», ellos buscan por siempre a ese padre que
los desconoce, por eso Juan Preciado
busca dentro de los fantasmas del recuerdo a su padre, quizás por quitarse la
losa de ser el hijo bastardo, recuerdo de las violaciones que hacían los
conquistadores españoles con las indias mexicanas, dejando hijos bastardos, por
eso la herida del adjetivo es tan grande en los mexicanos, porque nos recuerda
una historia de sangre, de muerte, de violación, de abuso de las mujeres, todo
bajo la cruz de la Iglesia que justificaba estos crimines porque estos pobres
indios, se ganarían el cielo y se les perdonarían «sus pecados» de ignorancia y
herejía. Iglesia de Comala, sus habitantes son como miles de Juanes Preciados, buscando
desesperadamente a su padre un «tal» Pedro
Paramo, que es el dueño de todo, que está muerto desde hace muchos años,
pero es señor de la «Medialuna», esa inmensa propiedad que ya no pertenece a
nadie, solo al diablo, con su mayordomo Fulgor
Sedano, que se reproduce en Enrique Ramírez, fiel ayudante de Pedro Paramo o Miguel Galina, paradigma
de devotos hasta la muerte, inseparables, dispuestos a hacer lo que les ordene
el “amo”; el “patrón” sinónimos del poder cacical, «La medialuna» en nuestros
días se le conoce como «Pedro Malo».
Continua Rulfo, Preciado
se encuentra con varias personas en Comala, a quienes, en determinado momento,
comienza a percibir como muertas. Al acabar el primer tercio de la novela, la
narración de Preciado se detiene y
empieza el monólogo interior de Pedro
Páramo como narrador omnisciente. La mayoría de los personajes en la
narración de Juan Preciado (Dolores
Preciado, Eduviges Dyada, Abundio Martínez, Susana San Juan y Damiana Cisneros)
están presentes en esa narración omnisciente, pero con perfil mucho menos
subjetivo. Las dos narrativas mayores que compiten dan versiones descriptivas
diferentes de Comala. Sin embargo, es la narración omnisciente la que describe
a Pedro Páramo y da detalles de su
vida, desde la idealización juvenil hacia Susana
San Juan, su encumbramiento, sus abusos tiránicos, su condición de
mujeriego, hasta su muerte. Aunque la condición destacable de su personalidad
es la crueldad, Pedro Páramo es
también mostrado como un padre que adoraba a su hijo, nacido fuera del
matrimonio, Miguel Páramo, pero
igual criado por él en su hogar. También como un astuto jefe que sabe cómo
manejar a sus mercenarios, que de otro modo hubiesen arrasado a Comala.
Mientras que la brocha descriptiva de Juan Preciado se presenta en forma más o menos lineal, la de Pedro Páramo aparece en desorden e
insertada por fragmentos en la de aquel.
Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la
camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato
viejo, carcomido en los bordes; pero fue el único que conocí de ella. Me lo
había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de
yerbas: hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo
guardé. Era el único. Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los
retratos eran cosa de brujería. Y así parecía ser.; porque el suyo estaba lleno
de agujeros como de aguja, y en dirección del corazón tenía uno muy grande,
donde bien podía caber el dedo del corazón. “yo guardo el retrato de mi madre
en el corazón, y lo veo en mi compañero de vida Pedro Malo”. Es el mismo que traigo aquí, pensando que podría dar
buen resultado para que mi padre me reconociera. -Mire usted -me dice el
arriero, deteniéndose- ¿Ve aquella loma que parece vejiga de puerco? Pues
detrasito de ella está la Media Luna. Ahora voltié para allá. ¿Ve la ceja de
aquel cerro? Véala. Y ahora voltié para este otro rumbo. ¿Ve la otra ceja que
casi no se ve de lo lejos que está? Bueno, pues eso es la Media Luna de punta a
cabo. Como quien dice, toda la tierra que se puede abarcar con la mirada. Y es
de él todo ese terrenal. El caso es que nuestras madres nos malparieron en un
petate aunque éramos hijos de Pedro
Páramo. Y lo más chistoso es que él nos llevó a bautizar. Con usted debe
haber pasado lo mismo, ¿ no ?.
La magia de Rulfo
mereció que sólo escribiera dos novelas esta y El llano en llamas, no se
necesitaba más como dijo Carlos
Monsivais, Rulfo es el mejor escritor que no escribe.
Qué es la muerte para Rulfo
la describe así -Todo comenzó con Miguel
Páramo. Sólo yo supe lo que le había pasado la noche que murió. Estaba yo
acostada cuando oí regresar su caballo rumbo a la Media Luna. Me extrañó porque
nunca volvía a esas horas. Siempre lo hacía entrada la madrugada. Iba a
platicar con su novia a un pueblo llamado Contla, algo lejos de aquí. Salía
temprano y tardaba en volver. Pero esa noche no regresó. . .
¿Lo oyes ahora? Está claro que se oye. Viene de regreso.
-No oigo nada -Entonces es cosa mía. Bueno, como te estaba diciendo, eso de que
no regresó es un puro decir. No había acabado de pasar su caballo cuando sentí
que me tocaban por la ventana. Ve tú a saber si fue ilusión mía. Lo cierto es
que algo me obligó a ir a ver quién era. Y era él, Miguel Páramo. No me extrañó verlo, pues hubo un tiempo que se
pasaba las noches en mi casa durmiendo conmigo, hasta que encontró esa muchacha
que le sorbió los sesos. "
-¿Qué pasó? -le dije a Miguel
Páramo-. ¿Te dieron calabazas?" "-No. Ella me sigue queriendo -me
dijo-. Lo que sucede es que yo no pude dar con ella. Se me perdió el pueblo.
Había mucha neblina o humo o no sé qué; pero sí sé que Contla no existe. Fui
más allá según mis cálculos, y no encontré nada. Vengo a contártelo a ti,
porque tú me comprendes. Si se lo dijera a los demás de Comala dirían que estoy
loco, como siempre han dicho que lo estoy."
"-No. Loco no, Miguel.
Debes estar muerto. Acuérdate que te dijeron que ese caballo te iba a matar
algún día. Acuérdate, Miguel Páramo.
Tal vez te pusiste a hacer locuras y eso ya es otra cosa.
-Sólo brinqué el lienzo de piedra que últimamente mandó
poner mi padre. Hice que el Colorado lo brincara para no ir a dar ese rodeo tan
largo que hay que hacer ahora para encontrar el camino. Sé que lo brinqué y
después seguí corriendo; pero, como te digo, no había más que humo y humo y
humo."
"-Mañana tu padre se torcerá de dolor -le dije-. Lo
siento por él. Ahora vete y descansa en paz, Miguel. Te agradezco que hayas venido a despedirte de mí. "Y.
cerré la ventana. Antes de que amaneciera un mozo de la Media Luna vino a
decir: -E1 patrón don Pedro le
suplica. El niño Miguel ha muerto.
Le suplica su compañía
La novela es posible de ser interpretada como una expresión
literaria de las sociedades latinoamericanas abigarradas, siguiendo el concepto
propuesto por Carlos Fuentes.
Y la muerte, ¿Qué es la muerte? Y el amor ¿Qué es el amor?
-No creas. Él la quería. Estoy por decir que nunca quiso a
ninguna mujer como a ésa. Ya se la entregaron sufrida y quizá loca. Tan la
quiso, que se pasó el resto de sus años aplastado en un equipal, mirando el
camino por donde se la habían llevado al camposanto. Le perdió interés a todo.
Desalejó sus tierras y mandó quemar los enseres. Unos dicen que porque ya
estaba cansado, otros que porque le agarró la desilusión; lo cierto es que echó
fuera a la gente y se sentó en su equipal, cara al camino. "Desde entonces
la tierra se quedó baldía y como en ruinas. Daba pena verla llenándose de
achaques con tanta plaga que la invadió en cuanto la dejaron sola. De allá para
acá se consumió la gente; se desbandaron los hombres en busca de otros
bebederos. Recuerdo días en que Comala se llenó de adioses y hasta nos parecía
cosa alegre ir a despedir a los que se iban. Y es que se iban con intenciones
de volver. Nos dejaban encargadas sus cosas y su familia. Luego algunos
mandaban por la familia aunque no por sus cosas, y después parecieron olvidarse
del pueblo y de nosotros, y hasta de sus cosas. Yo me quedé porque no tenía
adonde ir. Otros se quedaron esperando que Pedro Páramo muriera, pues según
decían les había prometido heredarles sus bienes, y con esa esperanza vivieron
todavía algunos. Pero pasaron años y años y él seguía vivo, siempre allí, como
un espantapájaros frente a las tierras de la Media Luna." "Y ya
cuando le faltaba poco para morir vinieron las guerras esas de los cristeros y
la tropa echó rialada con los pocos hombres que quedaban. Fue cuando yo comencé
a morirme de hambre y desde entonces nunca me volví a emparejar". "Y
todo por las ideas de don Pedro, por sus pleitos de alma. Nada más porque se le
murió su mujer, la tal Susanita. Ya
te has de imaginar si la quería."
Amar como amó Pedro
Páramo a Susana San Juan
"Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No
solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos
quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti. ¿Cuántas veces invité a tu
padre a que viniera a vivir aquí nuevamente, diciéndole que yo lo necesitaba?
Lo hice hasta con engaños." "Le ofrecí nombrarlo administrador, con
tal de volverte a ver. ¿Y qué me contestó? 'No hay respuesta -me decía siempre
el mandadero-. El señor don Bartolomé
rompe sus cartas cuando yo se las entrego'. Pero por el muchacho supe que te
habías casado y pronto me enteré que te habías quedado viuda y le hacías otra
vez compañía a tu padre."
Hay pueblos que saben a desdicha y Padres que aman a sus
hijos muertos ellos o vivos, así sean muertos los hijos o vivos quien sabe
diferenciar los vivos de los muertos
-Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber
un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Éste es
uno de esos pueblos, Susana.
"Allá, de dónde venimos ahora, al menos te entretenías mirando el
nacimiento de las cosas: nubes y pájaros, el musgo, ¿te acuerdas? Aquí en
cambio no sentirás sino ese olor amarillo y acedo que parece destilar por todas
partes. Y es que éste es un pueblo desdichado; untado todo de desdicha.
"El nos ha pedido que volvamos. Nos ha prestado su casa. Nos ha dado todo
lo que podemos necesitar. Pero no debemos estarle agradecidos. Somos
infortunados por estar aquí, porque aquí no tendremos salvación ninguna. Lo
presiento.
"¿Sabes qué me
ha pedido Pedro Páramo? Yo ya me
imaginaba que esto que nos daba no era gratuito. Y estaba dispuesto a que se
cobrara con mi trabajo, ya que teníamos que pagar de algún modo. Le detallé
todo lo referente a La Andrómeda y le hice ver que aquello tenía posibilidades,
trabajándola con método. ¿Y sabes que me contestó? 'No me interesa su mina, Bartolomé San Juan. Lo único que quiero
de usted es a su hija. Ese ha sido su mejor trabajo.' "Así que te quiere a
ti , Susana. Dicen que jugabas con
él cuando eran niños. Que ya te conoce. Que llegaron a bañarse juntos en el río
cuando eran niños. Yo no lo supe; de haberlo sabido te habría matado a
cintarazos."
Los vientos siguieron soplando todos esos días. Esos
vientos que habían traído las lluvias. La lluvia se había ido; pero el viento
se quedó. Allá en los campos la milpa oreó sus hojas y se acostó sobre los
surcos para defenderse del viento. De día era pasadero; retorcía las yedras y
hacía crujir las tejas en los tejados; pero de noche gemía, gemía largamente.
Pabellones de nubes pasaban en silencio por el cielo como si caminaran rozando
la tierra. Susana San Juan oye el
golpe del viento contra la ventana cerrada. Está acostada con los brazos detrás
de la cabeza pensando, oyendo los ruidos de la noche; cómo la noche va y viene
arrastrada por el soplo del viento sin quietud. Luego el seco detenerse. Han
abierto la puerta. Una racha de aire apaga la lámpara. Ve la oscuridad y
entonces deja de pensar. Siente pequeños susurros. En seguida oye el percutir
de su corazón en palpitaciones desiguales. Al través de sus párpados cerrados
entrevé la llama de la luz. No abre los ojos. El cabello está derramado sobre
su cara.
La luz enciende gotas de sudor en sus labios. Pregunta: -¿Eres
tú, padre? -Soy tu padre, hija mía. Entreabre los ojos. Mira como si cruzara
sus cabellos una sombra sobre el techo, con la cabeza encima de su cara. Y la
figura borrosa de aquí enfrente, detrás de la lluvia de sus pestañas. Una luz
difusa; una luz en el lugar del corazón, en forma de corazón pequeño que
palpita como llama parpadeante. "Se te está muriendo de pena el corazón
-piensa-.
Ya sé que vienes a contarme que murió Florencio; pero eso ya lo sé. No te aflijas por los demás; no te
apures por mí. Yo tengo guardado mi dolor en un lugar seguro. No dejes que se
te apague el corazón." Enderezó el cuerpo y lo arrastró hasta donde estaba
el padre Rentería. ¡Déjame
consolarte con mi desconsuelo! -dijo, protegiendo la llama de la vela con sus
manos. El padre Rentería la dejó
acercarse a él; la miró cercar con sus manos la vela encendida y luego juntar
su cara al pabilo inflamado, hasta que el olor a carne chamuscada lo obligó a
sacudirla, apagándola de un soplo. Entonces volvió la oscuridad y ella corrió a
refugiarse debajo de sus sábanas. El padre Rentería
le dijo: -He venido a confortarte, hija.
-Entonces adiós, padre -contestó ella-. No vuelvas. No te
necesito. Y oyó cuando se alejaban los pasos que siempre dejaban una sensación
de frío, de temblor y miedo. -¿Para qué vienes a verme, si estás muerto? El
padre Rentería cerró la puerta y
salió al aire de la noche. El viento seguía soplando.
En contra de la opinión generalizada de situar a Pedro
Páramo dentro del grupo de novelas que abordan la Revolución mexicana, el mismo
Rulfo, en entrevista con Máximo Simpson, la ubicó dentro de los libros con
temática humana:
«El amor hacia Susana San Juan era lo único limpio en aquella existencia tan trafagueada. Susana pesaba más en su conciencia que sus crímenes, los cuales sólo habían sido un instrumento para alcanzar el poder. Susana San Juan era el único símbolo de redención que le quedaba, la única forma tangible y hermosa por la cual hizo tantas atrocidades. Ella significaba su perdón, así que al perderla se sintió el más desventurado de los seres humanos. ¿O no cree usted que para algunas personas ciertas mujeres son como un trasunto del cielo, y quizá hasta el cielo mismo?».
La novela nos deja un grato sabor a Comala, al campo, a
Colima, nos deja un grato sabor de los que fue y lo que ya no será, así es la
vida unos vivimos del pasado, otros viven del futuro y los más inteligentes
viven del presente, pero que es el tiempo, solo una forma de medir como nos
hacemos viejos, solo una forma de vivir de los recuerdos. Una gran novela del
mejor escritor que no escribía.
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