Para que no se repitan estos acntecimientos hay que salir a votar el 2 de junio por quién sea de nuestra preferencia en un país plural millones estarán a favor y en contra pero debemos aceptar la voluntad de las mayoría y dar espacios a las minorías esa es la fórmula de evitar lo que algunos vivimos,
Ese día en la tarde
del 2 de octubre de 1968, un día después de la salida del ejército del
campus de la UNAM miles de personas se reunieron en la Plaza de las Tres
Culturas en Tlatelolco. Mientras tanto, el ejército vigilaba, como en todas
las manifestaciones anteriores, que no hubiera disturbios, principalmente
porque el gobierno tenía temor de que fuera asaltada la Torre de la Secretaría
de Relaciones Exteriores.
Asimismo, contaban con el apoyo de dos helicópteros: uno de
la policía y otro del ejército. Por su parte, miembros del Batallón Olimpia,
cuyos integrantes iban vestidos de civiles con un pañuelo o guante blanco en la
mano izquierda, se infiltraban en la manifestación hasta llegar al tercer piso
del edificio Chihuahua donde se encontraban los oradores del movimiento y
varios periodistas.
Cerca de las 5:55 de la tarde, dos bengalas moradas fueron
disparadas desde la torre de Tlatelolco. A las 6:10, sobrevoló la plaza un
helicóptero del cual dispararon bengalas, el primer verde y la segunda roja, presumiblemente,
como señal para que los francotiradores del Batallón Olimpia apostados en los
edificios Chihuahua, así como varios
miembros del Batallón Olimpia parapetados en los departamentos del Chihuahua y
en el corredor del tercer piso, abrieran fuego en contra de los manifestantes y
militares que resguardaban el lugar, para hacerles creer a estos últimos que
los estudiantes eran los agresores.
Los militares, en su intento de defenderse, repelieron la
agresión de los estudiantes, pero ante la confusión, los disparos no fueron
dirigidos contra sus agresores, sino hacia la multitud de manifestantes que se
encontraban en la plaza de Tlatelolco.
Muchos manifestantes lograron escapar del tiroteo y se
escondieron en algunos departamentos de los edificios aledaños, pero esto no
detuvo a los miembros del ejército, que —sin orden judicial— irrumpieron en
algunos de los departamentos de los edificios de la Unidad Tlatelolco, para
capturar a los manifestantes. Horas después, la plaza estaba llena de cadáveres
y personas heridas. Los estudiantes fueron llevados a culatazos a dos lugares:
las puertas de los elevadores del edificio Chihuahua, donde fueron desvestidos
quedando solamente en ropa interior y golpeados, y al exconvento situado al
lado de la Iglesia de Santiago-Tlatelolco, donde reunieron a aproximadamente 3,000
detenidos. Otros fueron desnudados en las paredes del convento, donde un mes
después aun podían ser vistas manchas de sangre en los muros, entonces blancos
de la construcción. Los periodistas fueron registrados y confiscados sus rollos
usados y vírgenes, algunos incluso fueron desvestidos y otros, como Oriana
Fallaci, resultaron heridos. La Plaza fue limpiada por el cuerpo de
bomberos y la tropa de soldados se mantuvo ahí hasta el 9 de octubre. Varios
testigos aseguran que, durante este lapso, el Batallón Olimpia se
disfrazó de empleados de luz y agua para poder buscar estudiantes fácilmente.
Los detenidos, por su parte, fueron enviados a distintas cárceles de la Ciudad
de México; los cabecillas fueron enviados al Campo Militar número uno o al
Palacio Negro de Lecumberri.
En ese 2 de octubre escuchaba sin oír, mi mente como de niño
abandonaba el cuerpo, me llamo la atención sin embargo un Helicóptero que
sobrevolaba la Plaza, siempre me han gustado los aparatos, se escuchaba no se
preocupen compañeros nos provoquemos a los compañeros soldados, son también
pueblo, se escuchaba como brisa, del otro lado en los edificios varios hombre
de pelo corto, ah como llegue a odiar a los hombre de pelo corto, con un
pañoleta y un guante blanco, se desplazaban nerviosos, ¡ah cómo odio a los
hombres de pelo corto, con radio y nerviosos, se mezclaban, todo era normal, o
no lo era? De repente, me llama la atención una luz de bengala de color morado,
qué bonito, una señal, no se marcó el cielo, y todo se desborda como una
tormenta de pavor, de destrucción de muerte, suenan tiros y caen varios
soldados, les dispararon de los edificios, ¿quién, ¿quién?
Los soldados mueren y se levantan como un muro de muerte
ya si sin decir nada disparan a la multitud y causan muerte destrucción,
vejación, enajenación no quiero recordar la muerte, me duele lo que
escribo, qué escena Dante, muerta la gente, todos al suelo, en el suelo,
levanto la mirada y todos corren, mueren, gritan y sollozan, ¿por qué en esos
momentos se pierden tantos zapatos? Era un campo de muertos de heridos, de
llanto de quejidos y de zapatos, me acerco a ayudar a una mujer a una madre
caída, la quiero auxiliar y me dice:
—Me duele ayúdeme.
La quiero levantar, tenía le vientre manchado de sangre, me
ve en los ojos y balbucea...
—Ya no puede más, me muero, madre de todos, madre de Patria,
me dice.
—Cuide por favor a
mis hijos. Se desangra en mis manos y se va allá a dónde iremos todos en algún
día lejano a dejar todo.
Mis manos llenas de
sangre de esa sangre que no seca, de esa sangre que aún hoy me quema, como no
querer cambiar carajo esto por favor me marco para siempre del alma, el cuerpo,
el seso. Yo llevaba un jersey blanco y azul de los pumas que queda manchado de
sangres, la gente piensa que estoy herido, si realmente estoy herido como este
herido todo México.
Se arremolina la
memoria, el dolor sale del alma, me marcaron con sangre de mi pueblo, de esa
sangre que no saldría jamás, cómo explicar siquiera lo que significa la muerte,
cómo sentir de dentro la muerte, cómo ver la muerte, ella tan lejana, siguieron
los miles de sonidos lúgubres de pecho tierra entre ese mar de zapatos, entre
ese mar de dolor, caminé, me arrastré, gemí con un grito de parto desde de lo
más profundo del alma, pasaban tantas cosas, no acercábamos al edificio
Chihuahua, hay nombres que se marcan con fuego, que no se olvidan que regresan
a causar dolor, dolor de memoria, dolor de muerte, se arremolina, el caos es
eso, desorden, muerte, los apretujaban, las llevaban a las mujeres de los pelos
y las escaleras se tornaban en provisionales cárceles de los hombre sin pelo,
de esos los nerviosos, de esos los de la guantelete, de esos los sin
madre. Todo un instante parecíamosmuertos, estábamos vivos, nos arremolinamos,
perdimos el miedo o ganamos el miedo, los recuerdos, la avenida Reforma, llegar
a la centenaria y porfirista calle, saltar el barrio hacia Peralvillo, que
ideas, pero afuera de ese círculo de muerte se veía la muralla verde, otro
circulo de muerte, estábamos perdidos era una trampa, era la trampa de la vida,
era la trampa de la muerte.
Llegaron rápidamente unos camiones militares se bajaron los
hombre-muerte y aventaron vivos y muertos, se llenó el camión de expiración, lo
que tomaban lo lanzaban como se expulsa la vida, como se conoce la muerte,
miedo, parálisis del miedo, porque algunos podemos sobrevivir a pesar del
miedo, pasó un Volkswagen, el carro del pueblo, salió una nueva metralleta,
ametralló a los soldados para enardecerlos, para enviar el mensaje de
misteriosos enemigos, se abrió por un
instante el circulo de la muerte y salimos corriendo con la piernas de la
juventud y la gasolina del miedo, no sé cuánto corrí, no recuerdo haber visto
Reforma o carros o nada, llegué literalmente hasta el mercado de ladrones de
Tepito, ahí entre ellos me sentí seguro, miles de preguntas, que pasó muchacho,
nada, no decía nada, no podía hablar de miedo, no podía hablar de miedo,
¡Carajo, qué pinche miedo!
En consecuencia, aún se desconoce la cifra exacta de los
muertos y heridos. El gobierno mexicano manifestó en 1968 que fueron solo 20
muertos; tres años más tarde, la escritora Elena Poniatowska, en su
libro La noche de Tlatelolco, publicó la entrevista de una madre que
buscó entre los cadáveres a su hijo y reveló que por lo menos había contado 65
cadáveres en un solo lugar. El
periodista inglés, John Rodda, en sus investigaciones independientes,
durante las que entrevistó sobrevivientes y testigos de los sucesos en los
hospitales, calculó que el saldo fue de 325 cuerpos. Años más tarde, en una
segunda investigación, el número se rebajaría a 250.
Algunos autores, como Jorge Castañeda, creen que todo
uso de la fuerza pública comenzó a ser magnificado por la población luego de la
operación contra los estudiantes en Tlatelolco. Este autor sostiene que los
estudiantes asesinados fueron 68, y que también murió un soldado.
Sin embargo, la BBC de Londres, en una acotación
hecha en el 2005 al despacho informativo original del 2 de octubre de 1968, y
luego de conocerse las implicaciones de la CIA en los hechos, sostiene que el
número de víctimas oscila entre 200 y 300, y que los cuerpos rápidamente fueron
retirados en camiones de transporte del ejército.
En general, las estimaciones calculan el número de muertos
en un rango que va de los 200 hasta los 1500.
Testigos afirman que hubo grúas recogiendo centenares de cadáveres que
había a su paso para luego ser arrojados e incinerados. El sábado 12 de octubre
de 1968, Díaz Ordaz, estuvo presente en la inauguración de los XIX Juegos
Olímpicos, bautizados como la olimpiada de la paz; durante la ceremonia, un
grupo de manifestantes lanzó sobre el palco donde el presidente se encontraba
un papalote de color negro en forma de paloma, en repudio por la matanza del 2
de octubre. Que importa el número de muertos yo fui testigo de muchos, un
magnicidio no se contabiliza uno por uno, se ve se siente, no se pueden ocultar
las decenas, centenas, miles de muertos acumulados en los camiones del
ejercito.
Pese a la fuerte estrategia de censura del gobierno de
México, luego de saberse la noticia de la matanza del 2 de octubre, se
suscitaron diversos actos y hechos asociados de repudio. El caricaturista Abel
Quezada publicaría como cartón el 3 de octubre en el diario Excélsior un
recuadro negro con la leyenda ¿Por qué? Por su parte, algunos funcionarios
mexicanos como Sergio Pitol, que se desempeñaban como agregado cultural en
Belgrado, renunciaron a su puesto. Se
ha dicho que hizo lo mismo Octavio Paz como embajador de México en la India,
si bien, el escritor se colocó “a disponibilidad” y continuó cobrando un sueldo
como parte del servicio diplomático mexicano hasta 1973.
Mucho se ha dicho sobre la famosa frase que el periodista Jacobo
Zabludovsky pronunció en la entrada de su noticiero del 3 de octubre: “Hoy
fue un día soleado” (sic), que en
general se usa como ejemplo de cómo los medios de comunicación y el gobierno
estaban en complicidad para tapar lo ocurrido. Sin embargo, diversas
investigaciones posteriores han desmentido la existencia de dicha frase dado
que Zabludovsky en aquella fecha presentaba un noticiero vespertino que
se emitía a la misma hora en que sucedieron los hechos de Tlatelolco.
Los medios de comunicación ante los hechos fueron escuetos.
Novedades: “Balacera entre francotiradores y el ejército, en Ciudad
Tlatelolco”. El Día: “Muertos y heridos en grave choque con el ejército en
Tlatelolco”. El Sol de México: “Responden con violencia al cordial llamado del
Estado. El gobierno abrió las puertas del diálogo”.
Como claramente se ve, las palabras “represión”, “matanza”,
“ejecución” estaban ausentes de los titulares. El sometimiento de los medios
impresos y más el de los electrónicos fue total, no solo al día siguiente de la
matanza del 2 de octubre sino durante toda la cobertura del Movimiento
Estudiantil.
No había otra “línea” en las líneas ágatas de los periódicos
más que la dictada desde las oscuras ofi cinas de la Secretaría de Gobernación,
encabezada por el instigador de la matanza, Luis Echeverría, o la
sumisión absoluta al abogado de barandilla Gustavo Díaz Ordaz
transformado en presidente de la República en los momentos más delicados de la
nación. Carlos Monsiváis, en su extraordinario ensayo-crónica, El 68,
La Tradición de la Resistencia resumió así la situación de
un país de la unanimidad con el presidente de la República en los medios
informativos: En 1968, al sistema informativo de los capitalinos lo norma la
prensa (leída por la minoría significativa), la televisión (espacio de la
mayoría crédula y distante) y el rumor, ocupado sobre todo en las alzas y las
caídas de las fortunas políticas. El periodismo dominante es ‘totémico’, que
apenas se lee pero se compra porque defi ende las causas del lector.
El anticomunismo es parte del sentimiento colectivo y el
nacionalismo es todavía la ideología sentimental al uso. Pequeñas “perlas” de
protesta escandalizaron un absoluto divorcio
de los periódicos ante la población: el cartón negro de Abel
Quezada, con la pregunta “¿Por qué?” le valió una dura reprimenda del
gobierno a Julio Scherer director del Excélsior por sus comentarios
editoriales; la corbata negra, en señal de luto, de Jacobo Zabludovsky
en la pantalla le valió una reprimenda del presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Un poema de Rosario Castellanos, chiapaneca, priista
y respetada fue apenas un destello de lucidez frente a una clase intelectual
aplastada y controlada: “la Plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como
noticia principal el estado del tiempo”; el poeta Octavio Paz renunció a la embajada
mexicana en la India, en medio de la indiferencia de los medios, siendo esta la
protesta más fuerte al interior del gobierno. La indignación silenciada en los
medios ante una matanza que excedió con mucho los 27 muertos ofi ciales (quizá
250 o más de 350, según los cálculos de los testigos), solo es equiparable con
el miedo a una represión más extendida. Solo se puede contextualizar con la
invisibilidad o la sanción en contra de eventos claves como la Marcha del Silencio
del 13 de septiembre, la renuncia del rector Javier Barros Sierra el 23 de
septiembre ante la ocupación militar de Ciudad Universitaria o la cobertura
casi inexistente de los enfrentamientos y los muertos en el Instituto
Politécnico Nacional.
Un tremendo silencio fue acrecentando la sospecha
generalizada de una matanza de grandes dimensiones. Únicamente la prensa
extranjera retomó lo ocurrido como una matanza que cortó el vuelo del
movimiento estudiantil mexicano, enlazado con el Mayo Francés del mismo año;
las protestas por los derechos civiles en Estados Unidos; y lo ocurrido en
Praga: la intervención rusa para frenar el intento de reforma del régimen
comunista. El periódico británico The Guardian fue el primero en mencionar la
cifra de 300 muertos, más decenas de heridos que llegaron a los hospitales
capitalinos.
La periodista italiana Oriana Fallaci, presente el
día de la matanza, escribió en la revista Look, el 12 de noviembre de 1968, el
primer testimonio de una reportera que desmintió la versión oficial del
ejército mexicano: Después del anuncio, una chica de unos 17 o 18 años, con voz
como de pajarito, dijo: ‘Quiero pedirles que permanezcan tranquilamente’. todos
aplaudieron. Luego, otro dijo: “Queremos enseñarle al gobierno que sabemos
otras formas de lucha. El lunes, iniciaremos una huelga de hambre. En ese momento,
un helicóptero apareció sobre la plaza, bajando, bajando. Unos segundos
después, lanzó dos luces verdes en medio de la multitud. Yo grité: ‘Muchachos,
algo malo va a pasar. Ellos han lanzado luces’. Me contestaron: ‘Vamos, usted
no está en Vietnam’. Pero yo repliqué: ‘En Vietnam, cuando un helicóptero
arroja luces, es porque desean ubicar el sitio a bombardear. No más de tres
segundos después, escuchamos el fuerte ruido de carros militares acercándose y
estacionándose bajo alrededor de los dos lados de la plaza. Los soldados
saltaron con su ametralladora y abrieron fuego inmediatamente. No al aire, como
para amedrentar, sino contra la gente. En seguida, nos dimos cuenta de que en
los balcones había más soldados con ametralladora y pistolas automáticas.
Habían estado ocultos. Me helé. Sócrates, el muchacho que tenía el micrófono,
gritaba: ¡Compañeros, no corran, no se asusten! Es una provocación. Quieren
atemorizar. ¡No corran!
Las armas apagaron su
voz. El volvió a gritar: “¡No corran!” y las armas volvieron a disparar. Había
mujeres brincando por las escaleras y por las paredes con niños en sus brazos.
Yo no tenía idea de a dónde ir, y de repente, escuché un fuerte ruido en las
escaleras. Estaban disparando y fuimos rodeados por policías vestidos de civil.
Cada uno de ellos tenía un guante o un pañuelo blanco en su mano izquierda,
para que pudieran reconocerse. Saltaron sobre los dirigentes estudiantiles y
sobre mí. Uno mejaló los cabellos y me tiró contra la pared. Me golpeé la
cabeza, me doblé y caí.
El relato de Fallaci estremece aun. Fue una de las pocas
crónicas periodísticas publicadas días después que rompió con la versión
oficial. Líneas abajo, la periodista italiana relató que el tiroteo empezó a
las 5:45 de la tarde. Ella fue herida cerca de una hora después. Y permaneció
en Tlatelolco hasta las 8:30 pm. Ella vino a cubrir “Las Olimpiadas” y se
convirtió en una feroz crítica del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y le reclamó
al gobierno italiano por qué no retiró su delegación deportiva Fallaci
no regresó a México. El Sol de México canceló los servicios de la United Press
International (UPI) por la cobertura de su reportero
Mike Hughes, quien llegó a mencionar la posibilidad
de cancelar los Juegos Olímpicos. Los ocho minutos del noticiario Excélsior. A
pesar del férreo control gubernamental, hubo imágenes que no se pudieron
evitar. El Excélsior era el responsable del Noticiero de Excélsior que se
transmitía en la noche en el canal 2 del entonces Tele sistema mexicano (hasta
1972 se convertiría en Televisa). Las imágenes eran una secuencia filmada desde
el tercer piso del edificio Chihuahua, de Tlatelolco. La cámara estaba a ras
del suelo y se veía a los líderes del Consejo Nacional de Huelga, tirados. Se
escuchaban las ráfagas. El presentador afirmó que había ocurrido “algo muy
grave, hubo un tiroteo”. Monsiváis recordó en entrevista con Jesús Ramírez Cuevas
que “después pasaron como ocho o 10 minutos al aire: se ve la gente tirada,
se oyen los gritos, las quejas, los insultos, todos estaban tirados: el
reportero que narraba y el camarógrafo. Nadie se levantaba.
Luego se ve cuando entra un grupo civil y se lleva a los
estudiantes, a los que se ve bajar las escaleras en medio de la balacera. Ahí
se interrumpe la transmisión”.
En cambio, “Monsiváis
propone una lectura: nada tuvo la contundencia de las imágenes de los jóvenes
tirados en el piso. Ahí se ve a un movimiento pacífico pecho-tierra ante la
conversión de la plaza en un campo de batalla. Esos minutos transmitidos por
Excélsior fueron importantísimos. Era la prueba más contundente que no habían
disparado los estudiantes ni habían resistido” (Masiosare, en La Jornada, 20 de
octubre de 2002).
La revista Por qué, del periodista yucateco Mario Renato
Menéndez fue la única que publicó un número con fotografías de jóvenes ejecutados,
apilados en una barda. En su portada se leía: “La matanza. ¡Asesinos! ¿Quién
manda en México?”. La osadía le valió la cárcel a Menéndez, quien pasó algunos
años en Lecumberri por órdenes de Luis Echeverría, entonces secretario
de Gobernación. Menéndez recordó en entrevista con El Mañana que fueron
muchos periodistas quienes le dieron sus fotografías. “Todas esas fotografías
estaban prohibido publicarlas. ¿Entonces qué pasa, qué ocurrió? Fotógrafos de
los distintos medios se sintieron ofendidos y entraban a verme llorar, decían:
‘usted puede publicar, a nosotros nos prohibieron todo esto. Y yo estaba tan alterado
también, que eché para adelante todo” (El Mañana, 3 de octubre de 2015).
El 3 de octubre, el general
Marcelino García Barragán, entonces secretario de la Defensa Nacional, da
una conferencia de prensa, en la que justifica la intervención del ejército:
“Se ordenó un dispositivo para evitar que los estudiantes fueran del mitin de
Tlatelolco al Casco de Santo Tomás, el ejército intervino en Tlatelolco a
petición de la policía y para sofocar un tiroteo entre dos grupos de
estudiantes”. Y asienta: “el comandante responsable soy yo. No se decretará el
estado de sitio. México es un país donde la libertad impera y seguirá
imperando”. Y amenaza con actuar con la misma energía si “aparecen más brotes
de agitación”.
Los soldados continúan cateando los edificios cercanos a la
Plaza de la Tres Culturas en busca de estudiantes que se habían refugiado en ellos
durante la refriega del día anterior. Muchos jóvenes son detenidos y conducidos
al corredor de la planta baja del edificio Chihuahua, donde permanecen varias
horas con los brazos en alto. Según informes oficiales, las cifras de personas
civiles muertas y heridas en Tlatelolco, registradas hasta este día, son 30
muertos y 70 heridos; 53 de ellos heridos graves. También se notifica que en el
Campo Militar Número Uno está detenidas 1500 personas. El 4 de octubre, a dos
días de la matanza, se aprueba en la Cámara de Diputados un punto de acuerdo del
PRI y del PARM que acusa a los estudiantes de ser “marionetas” y justifica la
represión en respuesta al “clamor popular de que se mantuviera el orden
público”. Incluso, el entonces diputado federal priista
Víctor Manzanilla Schaffer, yucateco para la desgracia de
los peninsulares, sentencia en la tribuna un silogismo memorable: “preferimos
ver los tanques de nuestro ejército salvaguardando nuestras instituciones, que
los tanques extranjeros cuidando sus intereses”. Por supuesto, fue la frase más
destacada por los medios de comunicación.
La minoría de
legisladores del PAN y del PPS, los dos extremos unidos en contra de la
represión, rechazan el punto de acuerdo. El diputado panista Gerardo Medina
les reprocha: “no hay diálogo, señores, porque las balas nunca han sido un
instrumento de diálogo”.
Solo la intervención del director del periódico Julio
Scherer los libera horas después. Este manifiesto se convirtió en la
primera descripción de lo que realmente sucedió en
Tlatelolco:
1.-El mitin, iniciado
alrededor de las 17:30 horas, estaba desarrollándose en perfecto orden.
2.-El primer orador
estableció que después del acto, los asistentes
debían retirarse de la Plaza, también ordenadamente.
3.-No se hizo ningún
disparo anterior a la intervención de la fuerza pública
4.-El ejército no
previno a los asistentes en forma alguna antes de la agresión.
5.-La fuerza pública
mantuvo un fuego intermitente.
6.-La fuerza pública
hizo detenciones masivas en forma ilegal.
7.-Hasta el momento,
hay un gran número de desaparecidos que fueron capturados en el lugar de los
hechos por la fuerza pública, responsable de su seguridad.
8.-Se allanó un gran
número de hogares con lujo de violencia.
9.-Ninguno de estos
actos delictuosos puede ser justificado por las autoridades ni ha sido
explicado legalmente
No hace falta escribir más, sobre los compañeros que
nunca regresaron, como volvimos a la UNAM entre vayas de soldados, de insultos
de “huevones” pónganse a estudiar con sus bayonetas, de eso dejamos a la
historia que lo juzgue, lo que debemos de cuidar es nuestra débil democracia
salgamos el 2 de junio a VOTAR por el que sea nuestra preferencia en una sociedad
plural hay de todo, y todos tienen derecho a su opinión, respetemos a las
mayorías y a las minorías por el bien de MEXICO.
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