Quisiéramos no regresar a tiempos que ya vivimos, hay que ejercer la democracia que las diferencias se dicutan en las urnas, sin la represión, que el ejercito nos salvaguarde no nos asesine hoy en el 2024
Escribo estos tres blogs para lo jóvenes que no los vivieron y que pagaron con su vida el germen de la democracia, a tantos que se quedaron en el camino que siempre los debemos recordar como los heros de la patria.
Nadie sabe porque nos toco vivirlo, fortuna, mala suerte, pero nos dejo a los que hoy tenemos más de 70 años una huella que se irá con nosotros hasta la muerte.
1968, EL ROSTRO DE LA REPRESIÓN
El 68, si
esbozáramos cómo se inició el camino al infierno, no recuerdo, en algún lugar
un historiador acucioso marcará a la Preparatoria Issac Ochoterena, dirá
que era un 26 de julio, que se celebraba un aniversario más de la
revolución cubana, madre de todos las levantamientos en Latinoamérica, que se
inició como un pleito entre preparatorianos, que fueron estudiantes de esa
institución particular contra unos “salvajes” de IPN, una bronca de calle, que
se desbordó de los cauces sociales del entendimiento, que eran unos policías
metidos a referís, que “se les pasó un poco la mano”, que una “madrina” de
“estrada” (calle en italiano), era eso solamente una riña de banqueta, pero
creció, porque la yesca estaba seca, pero encendió, porque la sociedad estaba alerta,
y se desbordó por los muchachos, porque está mal, lo que está mal, porque no se
debe golpear a nadie, por el respeto al hombre, por la inmensa necesidad del
hombre de ser hombre. La represión es como una reacción atómica de carambola,
crece, produce dolor, produce muerte y nunca deja más que la sensación de
frustración.
La sociedad se debatía, día a día aumentaba la tensión, se
cierra la puerta de la Prepa 1 en San Idelfonso en el centro histórico de la
ciudad de México. Llega el ejército y con un lujo de fuerza y de arrogante
tontería tira la puerta con un bazucazo, el Pípila del siglo XX es ahora el
artillero de la tanqueta, la Universidad se estremece, se paraliza, se forman
los Comités de Huelga, el rector con un gesto histórico de hombre, el ingeniero
Javier Barros Sierra encabeza la impresionante manifestación del silencio,
salimos los universitarios entre las bayonetas de una inmensa valla verde a
caminar de la UNAM a el monumento de Obregón, Insurgentes se cimbra ante el
silencio, se dice tanto se confunde a todos. Yo con la doble responsabilidad de
ser representante de grupo y natural miembro de Comité de Huelga y a su vez
estudiante-jugador, aprendería de política con la sangre que se vertió en las
calles de la ciudad de México, con la dicotomía de no querer ser hombre y
tenerlo que ser, de ser joven y no serlo.
Siguen los días y los acontecimientos, nadie sabe nada, todo
pasa tan rápido, se cierran escuelas como un suspiro, se unen los estudiantes,
por primera vez en mi pequeña vida veo las chamarras del Poli en recintos
universitarios, todo es confusión, recibimos clases de guerra de guerrillas,
una botella de refresco, gasolina, una estopa se prende y se hace una bomba casera,
hacemos pesas para parecer obreros, callos en las manos, sin credencial, ni
documentos, ser estudiante se convierte en una afrenta, cambian los tiempos.
Y la sociedad, la
familia, mi madre, mi padre seguían con su cotidiana actividad y tenían miedo,
nosotros seguíamos haciendo con miedo y a destiempo, se cierra la Normal, se
cierra el Politécnico, gente en las calles, estudiantes en las calles, pueblo
en las calles, un grito: Pueblo únete, ya no sabemos ni entendemos nada y sigue
el cuento. Sin embargo, continúan los entrenamientos, no se puede suspender el
americano, novatos de liga mayor queremos ser “Pumas” a pesar de todo contra
todo, no hay ya ni enemigos, ni organización, ni orden, pero se continua con
algo como una inercia. Regreso de noche, los camiones no circulan, no importa
caminar, es mi signo y mi tormento, camino por la Normal, por la barda
conocida, me acerco a Maestro Rural, allá por el Casco de Santo Tomas, por
la vieja Escuela de Medicina, pasa un carro como ráfaga y de ahí de ese
suspiro, un acribillamiento, se oyen los disparos, gente grita, sirenas,
policías, más disparos, el miedo, el conocer de cerca el miedo, el sentir el
aliento de la muerte, de la destrucción, de la dimensión de la maldad humana,
del fin de la existencia, que miedo, en cuclillas a través de toda la larga
calle de Maestro Rural que ahora luce muerta, se oyen más disparos, se ve el
fuego, no veo nada y siento todo, no veo nada y tengo el pecho lleno de tierra
y así tirado avanza, no se levanta la
cabeza, no se respira, se suda, se agudiza todo, el hombre sobrevive a todo,
como reaccionamos ante la muerte, ante el miedo, el héroe de cuento no aparece
para detener las ráfagas de las armas automáticas. Por fi n, después de un tiempo eterno llegué
a la Calzada México-Tacuba, a mi Avenida, me levanté y con la fuerza de 19 años
corrí y crucé como un suspiro, pasé por la cerrada como un soplo, me refugié en
los brazos calurosos de mi madre, había sorteado a la muerte por primera
vez, la había saludado. Después, la “Calaca” se haría mi amiga, después
cenaríamos juntos tantas veces en una macabra unión de espíritus, para
recordar a los amigos que duelen, que quedaron con ella, que hacen tormento,
que desaparecen de la vida, que se van con ella allá dónde iremos todos.
La vida es un sinfín de cosas, de imágenes de días, aun en
la muerte hay vida, por un lado, vivíamos momentos de inseguridad y de miedo, las
mañanas pasaba en las reuniones del Comité de Huelga con una y mil
estrategias, sin conocer nada, pero sintiendo todo, el miedo se detenía con la
tradición del americano, nos acercábamos al corte final de los Pumas y
seguíamos cerca del techo, del primer equipo del azul, ya estábamos en tercero
en rojo, ya nos daban caricias y tormento.
El movimiento social se hacía peligroso, había diario
represión, marchas, nuevos acontecimientos. El país salía a la calle, la gente,
encontraba en la calle su casa, se le pedía al gran “Bocón” que dialogara,
que derogara el artículo de disolución social, que liberara a los presos
políticos, que disolviera al cuerpo de granaderos, en fin, que fuera lo que
prometió, el servidor del pueblo, falacia increíble.
Un personaje que merece mención aparte fue uno de los
mexicanos ilustres de esa época Javier Barros, Sierra cofundador
de la empresa ICA, proyecto impulsado por Bernardo Quintana Arrioja. En 1953,
fue el primer presidente de ECSA (Estructuras y Cimentaciones S.A.) del propio
Grupo ICA. Durante su labor como constructor destacan obras a su cargo como las
Escuelas de Veterinaria y Odontología, las Facultades de Filosofía y Letras y
la de Ciencias, los laboratorios de Ciencias Químicas, el multifamiliar para
maestros y el sector poniente del Estadio Olímpico, todas ellas en la nueva
Ciudad Universitaria. Asimismo, estuvo al frente de la construcción del
conjunto Lafragua y Reforma, la termoeléctrica de Lechería, el rastro de la
Ciudad de México, el mercado de la Merced y el interceptor de Circunvalación.
Poco antes de terminar su periodo al frente de la Facultad de Ingeniería
(UNAM), fue designado secretario de Comunicaciones y Obras Públicas en la
administración del presidente Adolfo López Mateos por lo que vendió sus
acciones de ICA para evitar un conflicto de intereses. Por motivos
administrativos, al cabo de unos años, la dependencia se subdividió dando lugar
a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) a cargo del Ing.
Walter Cross Buchanan y a la Secretaría de Obras Públicas (SOP), quedando
Javier Barros Sierra al frente de esta última. Durante su gestión, la red
de carreteras de México se incrementó en un 56% (de 31,856 km. a 56,399 km.) lo
que representó el mayor crecimiento de infraestructura carretera de la historia
hasta entonces. Así, se construyeron las carreteras México-Puebla, la
Querétaro-Celaya, el libramiento a Cuernavaca, así como la primera etapa de la
carretera México-Pachuca y se hicieron importantes avances en el tramo de La
Pera-Cuautla, la San Martín Texmelucan-Tlaxcala-Apizaco, la Puebla-Orizaba y la
de Tijuana-Ensenada. En 1961 se inauguró el ferrocarril Chihuahua-Pacífico y un
año después, se concluyó el puente Coatzacoalcos, el mayor del país en aquel
tiempo.
En 1966, Jesús
Reyes Heroles, entonces director de Petróleos Mexicanos, invitó a Barros
Sierra a encabezar el recién fundado Instituto Mexicano del Petróleo
del cual tomó posesión el 31 de enero de ese mismo año. Su gestión ahí fue
breve pues en mayo fue designado por la Junta de Gobierno unánimemente como
rector de la Universidad Nacional Autónoma de México para el periodo
(1966-1970), tras la renuncia del Dr. Ignacio Chávez.
Durante su rectorado
se realizaron profundos cambios en la institución como la reestructuración de
los planes de estudio, el pase automático desde el nivel preparatorio de la
propia UNAM a las carreras profesionales cumpliendo con un promedio establecido,
la incorporación del sistema de calificación por créditos y la unificación del
estatus de investigadores y profesores. Se crearon la Comisión Técnica de
Planeación Universitaria, el Consejo de Estudios Superiores, la Comisión de
Nuevos Métodos de Enseñanza, el Centro de Investigación de Materiales y el
Laboratorio Nuclear. Se amplió el posgrado y se equilibró el volumen del
alumnado para solucionar los problemas de admisión para los egresados de la
Preparatoria Nacional. Se realizó una amplia labor de difusión cultural en toda
la Universidad, al fundarse revistas trascendentales como Punto de Partida,
Controversia, Los Universitarios y renovándose la Gaceta Universitaria. De
igual forma, se dio gran impulso a la orquesta Filarmónica, al frente de la
cual se nombró al músico Eduardo Mata, y se construyó el Foro Isabelino.
aún continúa.
El 30 de julio de 1968, el presidente Gustavo Díaz Ordaz
ordenó al Ejército mexicano reprimir a estudiantes que se refugiaban en las
instalaciones de la Escuela Nacional Preparatoria 1 de San Ildefonso. Los
soldados destruyeron con una bazuca la puerta del siglo XVIII de la escuela y
aprehendieron a varios estudiantes. En respuesta, Javier Barros Sierra alzó
la bandera nacional a media asta en la explanada de la Rectoría y pronunció
un discurso en contra de la violación de la autonomía universitaria y por la
libertad de los estudiantes:
“Hoy es un día de
luto para la Universidad; la autonomía está amenazada gravemente”. No
cedamos a las provocaciones, vengan de fuera o de adentro; entre nosotros hay
muchos enmascarados que no aman y no aprecian a la Autonomía Universitaria. La
Universidad es primero, permanezcamos unidos para defender, dentro y fuera de
nuestra Casa, las libertades de pensamiento, de reunión, de expresión y la más
cara: ¡nuestra Autonomía!
Un día después, el 1
de agosto, el rector convocó y encabezó una de las marchas más importantes del
Movimiento Estudiantil, cuando cerca de 80 mil personas se reunieron en la
explanada de Rectoría y marcharon por la Avenida de los Insurgentes. Antes de
iniciar, Barros Sierra pronunció un discurso donde invitó a la comunidad
universitaria a unir esfuerzos con la sociedad mexicana en búsqueda de los
derechos civiles:
Necesitamos demostrar
al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que merecemos la
autonomía, pero no solo será la defensa de la autonomía la bandera de nuestra
expresión pública: lo será también la demanda, la exigencia por la libertad de
nuestros compañeros presos, la cesación de las represiones. En la medida en que
sepamos demostrar que podemos actuar con energía, pero siempre dentro del
margen de la Ley, afianzaremos no solo la autonomía y las libertades de nuestra
Máxima Casa de Estudios, sino que contribuiremos fundamentalmente a las causas
libertarias de México. Como rector,
Barros Sierra tuvo valientemente que enfrentar el movimiento estudiantil y
defender la autonomía y lo supo hacer con firmeza e inteligencia.
Cronología de 1968:
El 22 y 23 de julio de 1968, ocurren una serie de enfrentamientos entre alumnos
las Vocacionales 2 y 5 del IPN y la preparatoria Isaac Ochoterena,
incorporada a la UNAM. El cuerpo policíaco de granaderos es quien disuelve a la
turba, deteniendo a varios estudiantes y entrando a las instalaciones de dicha
vocacional. Entre el 26 al 29 de julio de 1968, varias escuelas entran en un
paro de labores, los granaderos y el ejército ingresan a varias de las
escuelas. El día 26, se llevan a cabo dos manifestaciones autorizadas por el
Departamento del Distrito Federal. Cada una de ellas es convocada por
diferentes agrupaciones y tienen itinerarios y horarios distintos. Una es convocada por los estudiantes del
IPN en protesta por la intervención de los granaderos en la Escuela Vocacional
5 y en demanda de la desaparición del cuerpo de granaderos y la destitución
de los jefes de la policía preventiva del D.F., Luis Cueto y Raúl Mendiolea.
La otra manifestación es convocada por la CNED, la Juventud Comunista y las
sociedades de alumnos de diversas escuelas del IPN y de la UNAM, la cual es
denominada “Marcha Juvenil por el 26 de Julio”, en conmemoración del XV
aniversario del asalto al cuartel Moncada y en solidaridad con la revolución
cubana. Los organizadores de esta marcha conocen el problema de los estudiantes
de la Vocacional 5, por lo que incluyeren sus mantas lemas de apoyo a sus
reclamos. Esta marcha parte a las 18 horas de Salto del Agua, continúa por San
Juan de Letrán, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, y concluye con un mitin en el Hemiciclo
a Juárez.
La manifestación de
los estudiantes del IPN sale a las 16 horas de la Plaza de la Ciudadela. La
marcha continúa su ruta en orden y concluye con un mitin en la Plaza del
Carrillón del Casco de Santo Tomás, cerca de las 19:30 horas. En ese momento,
un grupo de estudiantes opositores a la FNET se apodera del sonido para invitar
a los manifestantes a ir al Zócalo. La invitación es aceptada por cientos de
estudiantes, quienes se organizan y emprenden el camino; toman varios
autobuses, se bajan en el Panteón de San Fernando y desde aquí inician la
marcha en dirección al Zócalo. A la altura de la Torre Latinoamericana,
coinciden con la manifestación de apoyo a la revolución cubana. Ahí se marca
una línea para que esta continúe su ruta hacia el Hemiciclo a Juárez y los del
Politécnico hacia el Zócalo por la calle de Madero. En la esquina de Madero y
Palma, son atacados por granaderos y obligados a retroceder hasta la Alameda
Central. Los estudiantes se dirigen al mitin que se lleva a cabo en el
Hemiciclo, donde informan de la golpiza que han sufrido y piden apoyo. De
inmediato, se organiza una marcha conjunta que avanza hacia la Plaza de la
Constitución, vitoreando a la UNAM y al IPN y lanzando consignas a favor de la
unidad estudiantil y contra los jefes policíacos y la represión. En las
calles de Palma y Cinco de Mayo, los estudiantes se encuentran de nuevo con los
granaderos y la policía, bajo el mando del subjefe de la Policía Preventiva del
D.F., el general Raúl Mendiolea Cerecero. Este se aproxima a los
manifestantes para ordenarles que se retiren recibiendo en respuesta una lluvia
de piedras. De inmediato el general citado da una orden a las fuerzas
policíacas. Estas se lanzan contra los manifestantes, correteándolos y
golpeándolos con brutalidad sin distinguir entre manifestantes y simples
transeúntes, lo que obliga a todo el público a replegarse hasta la glorieta del
Caballito.
Como resultado de la represión policíaca, hay más de 500
heridos y decenas de detenidos, entre ellos algunos extranjeros. El
procurador general de la República, Julio Sánchez Vargas, gira órdenes de
aprehensión contra personas ligadas a los desórdenes, entre los cuales se
encuentran varios miembros del Partido Comunista Mexicano. A partir de las
21:30 horas, agentes de la Dirección Federal de Seguridad, con el apoyo de
elementos del Servicio Secreto y de otras policías, ocupan las oficinas del
Comité Central del Partido Comunista y los talleres gráficos de la Voz de
México, órgano del PCM, y aprehenden a las personas que se encuentran en las
instalaciones. En otros sitios, se toman presos, sin orden judicial, a miembros
del PCM, de la Juventud Comunista y de la CNED.
El 30 de julio de 1968, la Preparatoria 1 y 3 es atacada
y su puerta labrada del siglo XVIII es destruida mediante un tiro de bazuca. El
1 de agosto de 1968, el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra en
Ciudad Universitaria, condenaría públicamente los hechos, izando la bandera
mexicana a media asta y con un emotivo discurso se pronunciaría a favor de la
autonomía universitaria y exigiría la libertad de los presos políticos,
refiriéndose a los estudiantes detenidos de la Prepa 1. Ese mismo día
encabezaría la marcha por la avenida de los Insurgentes, donde surgió un lema
muy común utilizado por el movimiento estudiantil, ¡Únete pueblo!
El 2 de agosto de 1968, los universitarios descontentos por
el cambio de itinerario de la manifestación del día anterior realizan dos
mítines frente a la Torre de Rectoría de la Ciudad Universitaria. En el primer
mitin, los oradores piden que el rector Barros Sierra suscriba el pliego
petitorio estudiantil. Dos horas después, se realiza el segundo mitin, luego de
una marcha por el circuito de la Ciudad Universitaria. En este mitin, se
califica de farsa oficialista la manifestación encabezada por el ingeniero
Barros Sierra. Se dice que la masa universitaria había sido presa de las
“maniobras de la rectoría para canalizar el movimiento nada más hacia la
protesta por la violación de la autonomía universitaria, pero no hacia la
solución de los problemas estudiantiles contenidos en el pliego”.
Comentarios